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Actualizado: 19 de junio de 2025


Calamar es en cierto modo el crucero de todas las vias mas importantes para el comercio del país, puesto que sirve de escala al movimiento interior que desciende de Honda, Nare, Puerto-nacional, el Cesar, y Magangué y Mompos; recibe el movimiento comercial de Santa-Marta y Barranquilla, y facilita la comunicacion del Magdalena con Cartagena, ya por la via terrestre de Mahates y Turbaco, ya por la del canal del Dique, que desemboca directamente en la bahía de Cartagena.

Primero el encuentro del hermoso Vapor Antioquia, que subia de Barranquilla, ligero, pintado de colores vivos, como un gran pájaro rozando apenas las ondas del Magdalena. Y allí de los gritos de alegría, los saludos ruidosos entre los pasajeros de uno y otro vapor, los silbidos galantes de las válvulas de las locomotivas, y las burlas recíprocas de los marineros, picantes y originales en extremo.

D. Salvador ensilló de nuevo su mula y se puso en marcha sin demora. Desde entonces, jamás hace esfuerzos por alcanzar a los viajeros que le preceden en las rutas de la tierra. Aguas abajo. Colón El álbum de Consuelo. Una ruda jornada. Los patitos del sabanero. El "Confianza". La bajada del Magdalena. Otra vez los cuadros soberbios. Los caimanes. Las tardes. La música en la noche. En Barranquilla.

Petate significa estera, y el doble objeto de ese mueble es, en primer lugar, colocarlo sobre la lona del catre, por sus condiciones de frescura, y en seguida, sujetar bajo él los cuatro lados del mosquitero, para evitar la irrupción de zancudos y jejenes. Perdido el Victoria, tenía que esperar hasta el próximo vapor-correo, que sólo salía el 30; es decir, diez días inútiles en Barranquilla.

Es que cruzamos frente a la desembocadura del Magdalena, que viene arrastrando arenas, troncos, hojas, detritus de toda especie, durante centenares de leguas y que se precipita al Océano con vehemencia. Henos al fin en el pequeño desembarcadero de Salgar, donde debemos tomar tierra. No hay más que cuatro o seis casas, entro ellas la estación del ferrocarril que debe conducirnos a Barranquilla.

Entre tanto, se ven al oriente, á una inmensa distancia y casi confundidas con el color ceniciento de las nubes, las altas serranías de Valle-Dupar y la rica y brillante Sierra-Nevada que domina las costas de Santamarta; mientras que en el rio se van descubriendo, como blancas garzas que rozan las ondas encrespadas por la brisa, las velas de los botes mercantes que vienen de Barranquilla ó Calamar en direccion á Mompos, ó que descienden servidos por el remo.

La raza europea necesita tiempo para aclimatarse en las orillas del Magdalena y en las riberas que bañan el Caribe y el Pacífico. Llegué a Barranquilla el 20 de diciembre a las tres y media de la tarde, en momentos en que partía para el alto Magdalena el vapor Victoria, el mejor que surca las aguas del río.

Allí se adormecen, y cuando, al despertar, sienten venir la muerte en los primeros efectos del tósigo, reúnen sus fuerzas, se arrastran hasta la orilla del mar y absorben con avidez las ondas saladas que les devuelven la vida. Se conserva el recuerdo de unos jóvenes norteamericanos que, echándose el fusil al hombro, resolvieron hacer a pie el camino de Salgar a Barranquilla.

Llegaron a Barranquilla completamente envenenados, y si bien lograron salvar la vida, no fue sin quedar sujetos por mucho tiempo a fiebres intermitentes tenacísimas. He ahí el enemigo contra el que tenemos que luchar a cada instante: la fiebre.

Si el Saint-Simon hubiera llegado a Salgar en el día de su itinerario, habríamos tenido tiempo sobrado de hacer en Barranquilla todos los preparativos necesarios, y embarcándonos en el Victoria, nos hubiéramos librado de las amarguras sufridas en el Magdalena. Porque los preparativos es una cuestión seria, que exige un cuidado extremo.

Palabra del Dia

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