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Actualizado: 11 de mayo de 2025


No dependía de la barba, ni de la nariz, ni de los ojos, ni de los cabellos, sino de la aciaga combinación que la naturaleza pérfidamente se propuso hacer con todos estos elementos. ¡Cuántos disgustos le había costado! Los ojos de Barragán quisieron sonreír y sonrieron en efecto, como si un buldog se hallase dotado de esta facultad. ¿Crees que la barba...? , hombre, . Quítatela.

La bahia de Barragan, que está 12 leguas al sud-oeste de Buenos Aires, es tambien muy ancha y abierta, y la tierra baja al rededor, no pudiendo los navios de carga mayor llegar mas que á dos ó tres leguas de tierra. Montevideo es el mejor y el único puerto de este rio.

Ya pensaremos lo que se ha de hacer. Pero entre tanto, le repito, ¡silencio, mucho silencio! Luego se puso a dar paseos por la estancia sin decir palabra, como si Barragán no estuviese allí.

Vaya usted, vaya usted, señor de Barragán, porque le digo a usted que si allí no se cura la ictericia en ninguna parte se la curará usted. Señora, yo no padezco de ictericia ni me duele nada repuso gravemente Barragán . Lo único que tengo es que quisiera saber... vamos, quisiera saber si hay algo o no hay nada...

Sin embargo no pudo evitar al saber la desaparición de sus enemigos que corriese por su cuerpo un estremecimiento placentero. ¿De qué han muerto? preguntó con el rostro inflamado y acercándolo hasta casi besar a la mesa. Hinchazón respondió la aguja. Se le hinchó algo, ¿verdad? insistió Barragán cada vez más dulce y más insinuante con Fernández . ¿Sería el vientre quizá?

Sentíase inclinado a creer en la metempsicosis y era capaz de fumarse en media hora una cajetilla de treinta y cinco si Barragán se la hubiera dado, que no se la daba. Sin embargo, cada lección podía costarle bien de tres a cuatro cigarrillos. Por fin Barragán cayó en el espiritismo.

Ambos sonreían haciendo muecas y contorsiones como monos amaestrados. Barragán se había puesto muy pálido y les miraba con ojos de extravío sin responder a sus repetidas salutaciones. Doña Mónica estupefacta les miraba a unos y a otros olfateando un misterio y no se decidía a salir de la habitación.

, he venido desde Madrid... Ya te explicaré... Seguid andando, que yo os alcanzo en seguida, porque está amarrado ahí cerca. Siguieron, en efecto, a paso lento el camino que ceñía el muro. Reynoso aprovechó la ocasión para darles brevemente noticias de su amigo. Por lo demás terminó diciendo Barragán es de los hombres más honrados que he conocido.

Ovillitos, después de dirigir miradas escudriñadoras a las tapias y al camino, se sentó bajo el árbol que cobijaba a Román, y sacando una tijera, descosió dos de los infinitos parches que esmaltaban su mugriento capote de barragán.

Palabra del Dia

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