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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Es terrible, es terrible pensar decía Barragán engulléndolos con la dificultad que debe suponerse , es terrible pensar, doña Mónica, que cuando nos muramos quede tanto de nosotros como de las mulas del tranvía, aunque sea mala comparación. Y si usted se entristece ¿por qué piensa en ello?
Al fin la palabra salía bien o mal construida y Barragán podía adivinar que los negocios no marchaban bien, que su esposa estaba muy triste pero que no le guardaba rencor. Era de ver al paisano en aquel momento agitado, convulso, hablando muy quedo pero con singular vehemencia en la expresión, unas veces imperativa, otras suave, acariciadora, otras terrible y amenazante.
¡Ah! sí, Barragán... Pase usted, Barragán, pase usted añadió en voz alta y dando algunos pasos hacia la puerta. No; si no ha entrado aún, señorito respondió la criada confusa. ¿Cómo que no ha entrado? ¿Le ha dejado usted en la escalera? Efectivamente le había dejado en la escalera y con la puerta cerrada.
Ellos le recibieron con la más perfecta tranquilidad fingiendo pasmosamente que tenían gusto en verle por allí y preguntándole por Clara. Imposible llevar a grado más alto la hipocresía. ¡Qué abismo de maldad es el corazón humano! No hacía mucho rato que estaban allí sentados cuando llegó la caravana que conducía en triunfo al paisano Barragán.
Una vez enterado de que el sargento se había decidido a atravesar el Atlántico, Barragán procedió con toda solemnidad a hacerle una multitud de preguntas referentes a su esposa: «¿Estaba buena? ¿Podía vivir con lo que le había dejado? ¿Cómo iban sus negocios? ¿Explotaba la finca por su cuenta o la había arrendado? ¿Le guardaba rencor por haber roto el yugo matrimonial?»
Los puertos de este rio son Buenos Aires, la Colonia del Sacramento, la bahia de Barragan, el puerto de Montevideo, y el de Maldonado; hay otros muchos para navios menores, especialmente á las bocas de varios rios que corren hácia él.
Barragán después de esquivarse llegó a la calle del Arenal y corrió derecho a la casa de Tristán, subió en cuatro saltos la escalera y apretó el timbre de la puerta hasta que vinieron a abrirle. Aquel repique prolongado y angustioso a las once de la noche sobresaltó a Tristán que vivía siempre bajo el temor de una desgracia inmediata.
¡Pero si me la quité hace dos años y al día siguiente me llevaron a la cárcel en Veracruz! Don Germán soltó a reír y le abrazó de nuevo. Elena le tiró de la manga diciéndole por lo bajo: ¡Basta, Germán, basta! En efecto, el paisano Barragán, según explicaba más tarde Reynoso a sus amigos, nunca había logrado quitarse de encima aquella gran traza de ladrón, aunque lo intentó repetidas veces.
Este comprendió que estorbaba y se despidió, anunciando otra vez, más que con palabras por medio de signos desesperados, que si había hombre en el mundo que semejase un sepulcro ese hombre era él, el paisano Barragán. Cuando quedó solo Tristán siguió paseando absorto en profunda meditación.
¿Está malo el día? el capote de barragán: a casa de la marquesa hasta las dos; a casa de la condesa hasta las tres; a tal otra casa hasta las cuatro: en todas partes voy dejando la misma conversación; en donde entro oigo hablar mal de la casa de donde vengo, y de la otra a donde voy: esta es toda la conversación de Madrid. ¿Está el día regular? A la calle de la Montera.
Palabra del Dia
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