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Actualizado: 5 de junio de 2025
Si don Carlos lo cogió... Hombre, no tengas cuidado. ¡Paciencia! Mañana será otro día. Yo, con ese temor, me he guardado muy bien de traer el dominó, cuyas señas le daba en la carta. Hiciste muy bien. Perfectísimamente repetí yo para mí, y salimos riendo de los azares de la vida. Bajamos atropellando un rimero de criados y capas tendidos aquí y allí por la escalera.
A usted ¿qué le parece? De perlas me pareció, y así se lo declaré a Neluco. Quedó él en convertir el plan en cosa hecha, y llegamos en esto a la alcoba de Chisco. El cual no estaba ya en ella ni en sus inmediaciones. Preguntando por él a Tona, supimos que andaba, buen rato hacía, arreglando el ganado. Bajamos a las cuadras y allí dimos con él.
Subimos una escalera, bajamos otra, y creo que tornamos a subir, pues resueltos a buscar por nosotros mismos el dichoso número, no preguntábamos a ningún transeúnte, prefiriendo el grato afán de la exploración por lugares tan misteriosos.
Subí al coche, y bajamos pausadamente á través de los Campos Elíseos, hasta la plaza de la Concordia. Allí me apeé, y me dirigí hacia las fuentes.
No hay más que echar la red. El vientre hidrópico de la madre fue sacudido violentamente por un ataque de risa. Los boquerones que allí nadaban, al decir de la monja, debieron pensar que estaban bajo la influencia de un temporal deshecho. También reímos nosotros, y bajamos al manantial.
El carruaje estaba vacío: preguntamos al cochero dónde estaban las señoras, y nos contestó con una seña, indicando el fondo de la calle. Nos bajamos y caminamos en esa dirección. Al fin de la calle, en un rincón del camino, las encontramos. Al vernos, se sorprendieron. ¿Ustedes por aquí? nos dijo Fernanda, ¡vaya una manera de hacer el duelo!
Una vez aquí, subimos al coche que nos esperaba, y después de andar casi tres millas, bajamos delante de la espléndida mansión antigua que dos años antes había comprado Burton Blair, porque el paraje se prestaba admirablemente para las partidas de caza y para la pesca con caña.
Que sí, que sí, que lo pruebe, que lo pruebe, que lo pruebe, gritamos todos. Corriente, señores, dijo con gran calma el interpelado. Allá va, no una leyenda, sino un verídico suceso: testigo de él nuestro amigo Tóbler. Hace unos cuantos años, bajamos el Sr. Tóbler y yo al fondo de ese abismo; y ¿saben ustedes á qué?
Tardamos más de dos meses; no fuimos en línea recta: bajamos a las Canarias, y desde allí nos encaminamos a las Antillas. De Cuba volvimos a Manchester y de Manchester a Cádiz. En el bergantín aquél el aprendizaje era terrible; no se comía apenas, ni se podía dormir, ni mudarse; en cambio, cuando hacía buen tiempo, una delicia: se jugaba a las cartas y se contaban cuentos de brujas y de piratas.
A unos 2 kilómetros de Küssnach, en direccion al lago de Zug, nos bajamos del coche para hacer una corta visita á una curiosa capilla, reedificada muchas veces, que conmemora un hecho decisivo de Guillermo Tell. Pequeñita y muy léjos de ser monumental, la capilla tiene cierta gracia rústica que invita al viajero á visitar el interior.
Palabra del Dia
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