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Actualizado: 27 de mayo de 2025
La mayoría de los hombres, no obstante, había limitado el disfraz a la talma veneciana. La orquesta había tocado ya dos o tres valses y rigodones; pero nadie bailaba. Se esperaba la llegada de las personas reales para dar comienzo. Raimundo se deslizaba por todos los salones con cierta seguridad de favorito.
Reprobaba mucho el juego interesado, bailaba con los hombres con sumo entusiasmo, era en extremo sobrio, extravagante en su vestido y sus movimientos, y en sus buenos ratos leía los salmos con unción y aprobaba mucho diversiones tales como el baile y el canto.
Hizo un mohín de desprecio la linda morenita. ¡Yo perdida por ese cachorro!... No me conoces, Carmela. Y para demostrar lo contrario llamó á uno de sus primos que por allí andaba y le invitó á bailar. Bailaba con sobrado coraje la molinera de Lorío para que no dejase sospechar que había en ello más jactancia que alegría. Sin embargo, la romería iba cerca de su fin.
¿Por qué abandonaste el baile? Porque hacía demasiado calor para mí en la sala. ¿No es porque bailaba yo con otro? ¡Oh! de ningún modo.
Todos los días se organizaban nuevos paseos a caballo, en bicicleta, en automóvil o en coche. Por la noche se bailaba en el Casino o en alguna villa. Huberto no dejaba a María Teresa y acentuaba cada vez más su preferencia. El mes de septiembre estaba ya muy adelantado, y nadie pensaba en partir de Etretat. Todos sentían alejarse después de aquella estación que había corrido tan alegremente.
Muy de corazón aplaudió la habilidad y delicadeza que demostró su digno vástago cuando uno, y dos y tres jóvenes de lo más distinguido de la sociedad, se acercaron a ella solicitando el favor de un vals o cosa parecida, y fueron cortés y fríamente despedidos por la robusta alemana, que no bailaba porque... aquí una disculpa torpemente zurcida, pero mal compuesta con toda intención.
No dejaba de frecuentar las casas honradas, conversaba con las viudas, bailaba con las solteras y tocaba en ocasiones el piano de una manera aceptable; no hablaba, en fin, de caballos a la moda. Estos méritos, bastante raros por cierto entre los jóvenes millonarios del faubourg, le concillaban la benevolencia de las damas.
En comprobación de este aserto contaba D. Fadrique varias anécdotas, entre las cuales ninguna le gustaba tanto como la del bolero. D. Fadrique bailaba muy bien este baile cuando era niño, y D. Diego, que así se llamaba su padre, se complacía en que su hijo luciese su habilidad cuando le llevaba de visitas ó las recibía con él en su casa.
No valían nada, pero el humo bailaba tan alegremente a los rayos del sol que me olvidé de tirarlo cuando la punta empezó a quemar. Quiero empezar a hablar de intereses, pero él me pone la mano en el hombro y dice: Amigo, generoso amigo, después del café... Permítame, Krakow... Amigo, generoso amigo, después del café.
Tañían una guitarra, Y ésta nunca salía fuera, Sino adentro, y en los blancos, Muy mal templada y sin cuerdas; Bailaba á la postre el bobo, Y sacaba tanta lengua Todo el vulgacho, embobado De ver cosa como aquella.
Palabra del Dia
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