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Actualizado: 27 de junio de 2025


El primero debe ser tan antiguo como las seguidillas, y lo mismo La Tirana, baile andaluz en sus orígenes, cuya letra, como la del Polo, sólo tiene cuatro versos sin estribillo.

Un pormenor que comenzó a correr por los salones y que al día siguiente noticiaron los revisteros, era que había venido un peluquero de París en el sud-exprés exprofeso a peinarla. La abigarrada muchedumbre comenzó a invadir los salones. Todas las épocas de la historia, todos los pueblos de la tierra mandaron su representación al baile de Requena.

Saboreándole como un niño un caramelo, con temor de que se acabase, consumía cada baile de los cuatro ó cinco que se le daban en todo el verano; de modo que era una pena que desgarraba el alma ver en tales ocasiones aproximarse la noche.

¡Todos los músicos de las cercanías! ¡Telegramas a los sinsontes! ¡Recados a los amarillos! ¡Mensajeros por toda la comarca, a que venga toda la canora pajarería! Ana, ya se sabe de Ana: ¡Aquí no está bien, y debe ir adonde está bien! Pero es buena idea esa de Petrona Revolorio, y la enferma quiere que se un baile que haga famosa la finca.

La cuestión grave era saber cómo haría Graciana para ir al baile con Alejandro, y eso era algo difícil. La señora con su mamá iban al baile de máscaras del club. El viejo don Ramón permanecía en casa a causa de su reumatismo.

Magdalena, dechado de elegancia y distinción, apoyábase en su novio y éste, radiante de felicidad, olvidándose de los espectadores, del bullicio del baile, del ritmo de la música, y anegando sus miradas en los ojos entornados de Magdalena, confundiendo con ella su aliento y escuchando los latidos de sus corazones, unidos por misteriosa corriente magnética, sintiose contagiado por la embriaguez que dominaba a su novia y le trastornó el vértigo.

Eso es, y después que baile «por panaderos» añadió D. Acisclo. No hay inconveniente respondió D. Alejandro echándole una mirada ambigua, con tal que don Acisclo suene los palillos y me jalee.

Recomiendo a esta la calma. He sabido con disgusto que ha contravenido mis prescripciones higiénicas, remontándose al taller de madama Eponina, y probándose varios vestidos de baile para ver su buen efecto. Eso es muy peligroso y reproduce la fiebre. Prescribo el alejamiento absoluto de los centros miasmáticos. En los ratos que tenga libres, dedíquese la enferma a bordar unas zapatillas al Sr.

No estaba aún maduro para el amor; prefería al salón de baile el ruido y movimiento del juego de bolos, a la amistad de Rosa o de Margarita la de su hermano, taciturno junto al parapeto de la esclusa.

El Capellanet hablaba del baile de la tarde, olvidado totalmente de su vida de seminarista y osando arrostrar los ojos de Pep. Margalida recordaba las miradas del Cantó y la arrogante postura del Ferrer cuando ella había pasado ante los atlots al entrar en misa. La madre suspiraba: ¡Ay, Siñor!... ¡Ay, Siñor!...

Palabra del Dia

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