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Actualizado: 27 de junio de 2025
Gillespie se imaginó verla, á través de unos gemelos puestos del revés, vestida con un traje de doctor estrafalario y magnífico para asistir á un baile de máscaras. Las dos tenían la misma majestad dura y áspera, un perfil idéntico de ave de presa, igual volumen y una solemnidad orgullosa en las palabras y los gestos.
Pero, ¡qué loco sois, Godfrey, en salir así con medias y zapatos de baile, vos, uno de los elegantes de la fiesta y de una fiesta que se da en vuestra casa! ¿Qué significan estos arranques? ¿Se ha mostrado cruel la señorita Nancy y queréis contrariarla estropeando vuestros carpines? ¡Oh! todo ha sido desagradable para mí esta noche.
Tratábase de una persona de quien se hablaba un poco en el mundo al cual acompañaba yo a mi tía algunas veces. Nada tenía de particular que Oliverio le hubiera sido presentado; y con toda ingenuidad se lo dije. Precisamente añadió, bailé una noche con ella el invierno pasado y desde...
Y como el baile era de etiqueta, la más florida juventud se quedaba a la puerta. Unos fingían desdeñar el ridículo placer de dar vueltas por allí como una peonza... para nada. Otros hacían alardes de desidia, de escepticismo, de cualquier cosa que fuera incompatible con el frac, según ellos.
Poco después, el hijo del brigadier quiso besarle una mano; pero la niña la bajó con fuerza sin soltarse, y no le fue posible. Maximina, desde entonces hasta que el baile se deshizo, se manifestó un poco más circunspecta, aunque sin dejar de estar cariñosa con su amigo.
En todas partes parecía hermoso, dominaba a todos con su arrogante figura; allí, en el baile, debajo de aquella araña de cristal, que casi tocaba con la cabeza, era más elegante, más bizarro, más airoso que en cualquier otro sitio.
¿Por qué abandonaste el baile? Porque hacía demasiado calor para mí en la sala. ¿No es porque bailaba yo con otro? ¡Oh! de ningún modo.
Pero un sastre objetó con mucha razon que, pues que las monjas le vieron á Capitan Tiago subiendo al cielo de frac, de frac tenían que vestirle aquí en la tierra y no había necesidad de preservativos ni impermeables; se va de frac cuando se va á un baile, á una fiesta, y no otra cosa le debe esperar en las alturas... y ¡miren! casualmente tiene él uno hecho, que lo puede ceder por treinta y dos pesos, cuatro más barato que el hábito del franciscano, porque con Capitan Tiago no quiere él ganar nada: ¡fué su parroquiano en vida y ahora será su patron en el cielo!
Las niñas más recatadas, y hasta las más parecidas a muñecas de resorte, hacían pensar en la mujer que traían debajo de aquellos vestidos vulgares y de aquella educación falsa y desabrida. Ana, a las dos de la mañana se levantó de su silla por vez primera y consintió en dar una vuelta por el salón, en un intermedio del baile.
En este instante, estaban Juan y Sol, de pie en medio de la sala, y otras parejas, pasando, en espera de que rompiese el baile, alrededor de ellos. ¡Allí viene! ¡allí viene! dijo Juan, que tenía a Sol del brazo, señalando hacia el fondo del corredor, por donde a lo lejos venía al fin Lucía. Lucía, todo de negro.
Palabra del Dia
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