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Así referidos en los documentos del archivo de Bacon los primeros pasos de Antonio Pérez en Londres, debe rectificarse la relación que de los mismos hizo Bermúdez de Castro.

Es notable la diferencia de edades en que llegan los hombres a la fuerza del talento. «Hay algunos dice el inglés Bacon que maduran mucho antes de la edad y se van como vienen», que es lo mismo que dice en su latín elegante el retórico Quintiliano.

El primero el de la propuesta de un convenio nuevo que envió al Conde de Essex al darle cuenta de los disgustos que había sufrido; consistía: 1.º, en la completa seguridad de la persona que en lo sucesivo se encargara de llevar las cartas; 2.º, que reuniendo el Conde todas las que tenía en su poder y las que poseía Bacon, las quemaría, sin lástima de las bellezas literarias, avisándole de su propia mano estar cumplida la destrucción; 3.º, que había de asegurarle haría lo mismo con todas las cartas sucesivas, sin mostrarlas á nadie más que á la Reina; 4.º, que si por resultado de la correspondencia, contra lo que podía suponerse, llegaba á perder la situación que tenía en Francia, volvería á tomarle el Conde bajo su protección en Inglaterra.

Platon, Aristóteles, san Agustin, Abelardo, san Anselmo, santo Tomás de Aquino, Luis Vives, Bacon, Descartes, Malebranche, Leibnitz; todos, cada cual á su manera, se han sentido poseidos de la inspiracion filosófica, que inspiracion hay tambien en la filosofía, é inspiracion sublime.

Hay radicados 16 chinos. Gubat es el inmediato pueblo, encontrándose de Barcelona á 7 km. de buen camino. La doble significación de aquella palabra ya se dejó consignada al hablar de Guinobatan. Linda al N. con Bacon, al S. con Barcelona, al O. con Sorsogon y al E. con la mar. Gubat con sus barrios contiene 8.530 almas, de las que tributan 4.409.

Aunque se sabe poco de la vida de Shakspeare, parece probable que le conocieron y trataron muchos hombres eminentes de la brillante época en que vivió Raleigh, Bacon, el conde de Essex, Milton, Hales, Keplero, Belarmino, Alberico Gentile, Paolo Sarpi, Vieta y otros mil le conocían.

Heinecken, el niño de la antigua ciudad de Lubeck, aprendió de memoria casi toda la Biblia cuando tenía dos años; a los tres años, hablaba latín y francés; a los cuatro ya lo tenían estudiando la historia de la iglesia cristiana, y murió a los cinco. De esa pobre criatura puede decirse lo de Bacon: «El carro de Faetón no anduvo másque un día

Arnaldo de Villanueva, Raimundo Lulio, Rogerio Bacon, Pedro de Ailly, degradan su elevada inteligencia por penetrar los misterios de las ciencias ocultas; las universidades, obsequiosas con la ambicion de los príncipes, empiezan á combatir con los recuerdos de Roma antigua la supremacía de la Santa Sede, tomando parte en la deposicion de los pontífices, exagerando las regalías, dejando perder la escolástica y abandonando el cetro de la ciencia, que hasta entonces con tanta dignidad habian llevado, por mezclarse en las contiendas de los reyes con la Iglesia.

La primera noticia de la estancia en Inglaterra es la que da Bacon, de haberle visitado el Conde de Essex en Simbury; de allí se trasladó á Londres, alojándose en el palacio del mismo Conde, mientras se buscaba la habitación que ocupó luego en casa del Maestrescuela de San Pablo .

Imagínanse algunos que se acreditan de altos pensadores cuando no quieren creer lo que no comprenden; y estos justifican el famoso dicho de Bacon: «poca filosofía aparta de la religion, mucha filosofía conduce á ella.» Y á la verdad, si se hubiesen internado en las profundidades de las ciencias, conocieran que un denso velo encubre á nuestros ojos la mayor parte de los objetos; que sabemos poquísimo de los secretos de la naturaleza; que hasta de las cosas, en apariencia mas fáciles de comprender, se nos ocultan por lo comun los principios constitutivos, su esencia; conocieran que ignoramos lo que es este universo que nos asombra, que ignoramos lo que es nuestro cuerpo, que ignoramos lo que es nuestro espíritu; que nosotros somos un arcano á nuestros propios ojos, y que hasta ahora todos los esfuerzos de la ciencia han sido impotentes para explicar los fenómenos que constituyen nuestra vida, que nos hacen sentir nuestra existencia; conocieran que el mas precioso fruto que se recoge en las regiones filosóficas mas elevadas es una profunda conviccion de nuestra debilidad é ignorancia.