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Actualizado: 4 de junio de 2025
La niebla azulada del valle acortaba las distancias, hasta el extremo de que se hubiera creído poder alcanzar la posición con la mano; pero Hullin y Materne no se engañaban; había más de seiscientos metros, y ningún fusil alejaba tanto.
La caverna, de la cual se escapa el torrente, cambia diariamente de forma según los derrumbamientos ó la fundición del hielo: no obstante, es fácil penetrar á cierta distancia en la gruta y admirar sus estalactitas, sus paredes translúcidas, su azulada luz, sus cambiantes reflejos.
Viendo centellear suavemente en lo alto del cielo una estrellita azulada, sentí correr por las mejillas dos lágrimas.
Así al menos lo presumían Morsamor y los demás tripulantes cuando, cada vez que rayaba el alba, tendían la vista hacia los cuatro puntos del horizonte y sólo percibían el haz azulada y uniforme del vasto Océano. Tal vez habría islas y hasta grandes e ignorados continentes al norte o al Sur de la derrota que seguían, pero todo se ocultaba a la vista de ellos.
El rebelde viose de pronto en la penumbra de la gañanía, y a la luz del candil, sostenido por uno de los gitanillos, distinguió la boca dolorosa y azulada de Mari-Cruz contraída por el supremo espasmo, sus ojos agrandados por la negrura del dolor, con una expresión de angustia infinita. Pegó su oído a la piel viscosa y húmeda de aquel pecho que parecía próximo a romperse. El examen fue breve.
En los últimos términos del ocaso columbraba un anfiteatro de montañas que parecían escala de gigantes para ascender al cielo; nubes y cumbres se confundían, y se mandaban reflejados sus colores. En lo más alto de aquel cumulus de piedra azulada Ana divisó un punto; sabía que era un santuario. Allí estaba la Virgen.
De repente, una puerta se abría, un ruido de sedas cuyo frou-frou creeríase el paso de un duende, dejábase oír en la habitación, y a través de la media luz azulada del velador, el pobre viejo, enfermo y postrado, veía atravesar como un fantasma la sombra fascinante de Blanca, arrastrando ondas de rasos y encajes y dejando a su paso el perfume capitoso de juventud que embalsamaba la visión de Fausto.
Por esto quería rezar. ¡La pobre joven encontraba a bordo tan pocas ocasiones de elevar su alma al Ser Supremo! Para rezar, se arrodilló y volvió involuntariamente los ojos hacia la línea vaporosa y azulada que ceñía el horizonte; pero no rezó.
Una tenue nube de azulada neblina que se remontaba entre las copas de los árboles indicaba que había excepcionalmente en aquel bajo fondo del llano algo semejante a una corriente de agua; una larga avenida, especie de prado pantanoso rodeado de sauces se extendía desde la casa hasta la orilla del mar.
Por el boquete podía descubrirse una vista espléndida; parecía un verdadero cuadro recortado por la roca, un cuadro inmenso abarcando todo el valle del Rin, y del otro lado, las montañas, que se perdían en la bruma. Respirábase un vientecillo fresco, y el fuego que danzaba en aquel nido de búhos era agradable de ver con sus tonos rojos, después que los ojos habían recorrido la extensión azulada.
Palabra del Dia
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