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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Hasta que no puso la señora el punto, sofocada y casi sin aliento, no se aventuró a decirle: «Pues D. Carlos me mandó que fuera a su casa mañana. ¿Para qué? Para hablar conmigo... Como si lo viera. Querrá mandarme una limosna... Justamente: hoy es el aniversario de la muerte de Pura... Se saldrá con alguna porquería. ¡Quién sabe, señora! Puede que se arranque... ¿Ese?
No diré si era buena la carne que comíamos, pero sí que los vinos eran exquisitos y que les hicimos justicia. Tarlein se aventuró una vez a detener la mano del Rey. ¿Cómo se entiende? exclamó éste Acuérdate, Federico, de que debes partir mañana antes que yo, y por lo tanto tienes que dejar de beber dos horas antes. Tarlein vio que yo no comprendía.
Tampoco, eso es muy flojo... algo más duro. Le tiró rodando por el suelo. ¡Más fuerte, más fuerte aún!» El muchacho no hallaba nada más fuerte que echarle a uno a rodar; no obstante se aventuró a decir: «Le estrelló contra el suelo. ¡Más fuerte todavía!... Sí, hombre, sí, más fuerte... ¡Le hi-zo-mor-der-el-pol-vo!» Y recalcó de tal manera las sílabas que, en efecto, no podía darse nada más feroz e imponente que esta frase en sus labios.
Sirvieron el café mientras que varios socios salían ya del comedor y la intimidad del lugar se hacía mus grande. Frecourt aventuró un codo sobre la mesa y prosiguió: Si Juana hubiera sabido vivir, hubiera llegado á hacer fortuna. Tuvo un hotel en la calle de la Faisanderie y un tren suntuoso. De entonces datan sus relaciones con Woreseff y también su pasión por Sabina Leduc. ¡Anda con Dios!
Andrés se aventuró al fin a preguntar tímidamente: ¿Qué dices, Rosa? La zagala alzó los hombros, y con los labios hizo una mueca expresiva que significaba indiferencia y dolor al mismo tiempo. Andrés la comprendió, y apoderándose de una de sus manos, dijo cariñosamente. No te pongas triste... Verás cómo mañana lo arreglo yo todo. La joven siguió muda.
Hubo otra pausa. Se quedó pensativo y miró dos o tres veces de soslayo a su hermana, como si no se atreviese a manifestarle lo que cruzaba por su mente. Al fin se aventuró a decir: Todavía tengo que pedirte otro favor, Julita. Ya sé cuál es: que escriba a Maximina, ¿verdad? ¡Qué talento tan prodigioso!
En el cuarto de la señá Casiana, una vecina se aventuró á decirle: «D. Francisco, á nosotras no nos la da usted.... A usted le pasa algo. ¿Que demonios tiene en esa cabeza ó en ese corazón de cal y canto?»
Entonces el poeta animado por el tufillo de gloria que le entraba por la nariz se aventuró a sacar de la cartera una poesía que había terminado el día anterior, aunque adivinase que no era muy a propósito para ser leída en una reunión mundana. En efecto, la poesía se titulaba Mi cadáver. Era una visión fúnebre de lo que sería su cuerpo después de la muerte.
Grano de Sal, que había bajado los ojos al comenzar su narración, no pudiendo sostener la mirada chispeante de Kernok, se aventuró a levantar la cabeza.
El primer catedrático le devolvió el saludo friamente y guiñando á Basilio, le dijo en voz alta: Ya sé que Cpn. Tiago huele á cadáver; los cuervos y los buitres le han visitado. Y entró en la sala de los profesores. Algo más tranquilo, Basilio se aventuró á averiguar más promenores.
Palabra del Dia
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