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Actualizado: 20 de junio de 2025


Sr. D. Baltazar Hidalgo de Cisneros, Tribunales de la Real Audiencia Pretorial y de Cuentas, de la Renta de tabacos, con lo demas que la Junta tenga por conveniente cercenar: en inteligencia, que los individuos rentados no han de quedar absolutamente incóngruos, porque esta es la manifiesta voluntad del pueblo.

Allí me abrazó afectuosamente y me pidió que le escribiera si tenía necesidad de algo. El tren partió y no volví á ver á Sorege hasta la audiencia, donde declaró con una mesura y una habilidad que me fueron muy favorables. No ignoráis cómo fuí preso y llevado á París ni cómo terminó esta trágica aventura.

En aquel momento, don Rodrigo me dijo: ¿Puedo alcanzar de vuestra majestad un momento de audiencia? ¿Y para qué, caballero? le contesté. Para que yo pueda mostrar á vuestra majestad mi respeto y el interés que me inspira como reina y como dama. Explicáos le dije con severidad. El duque de Lerma es enemigo de vuestra majestad . ¿Qué queréis decir?

Y otro presidente le recibía en audiencia, ostentando un apellido de vieja cepa, y era idéntico a los demás en su porte caballeresco y sus hazañas de caudillo voluntarioso y corajudo.

La esplendidez del paisaje tenía como embobados a los convidados de doña Manuela, a pesar de ser todos ellos gente poco susceptible de entusiasmarse ante cosas que no fuesen útiles. ¡Muy hermoso! exclamaba «la magistrada » . Yo he vivido en Granada cuando mi difunto estuvo en aquella Audiencia, y su vega no tiene comparación con ésta.

Don Francisco se por otra parte, Por Presidente queda el de Quiñones: Aqueste caballero con gran arte El Audiencia regia y escuadrones, Temiendo de su industria el fiero Marte, De su sagacidad y discreciones: Que tanto era el ardid que allí mostraba, Que en la guerra las letras encumbraba.

El día que la recibió en audiencia, me llevaba a en brazos, sin duda para que la piedad encontrase dos motivos para manifestarse: la de una mujer joven y madre, y la de una inocente criatura.

Cuando los testigos desfilaban delante de en la sala de audiencia, y todos probaban mi crimen; cuando el fiscal tomó la palabra para acusarme, yo me preguntaba si mi razón me había abandonado, porque todos decían cosas que yo no podía negar ni refutar y, sin embargo, sabía que era inocente.

¡Ah! pues mira, ese asunto me trae disgustado; la buena doña Clara me pidió ayer una audiencia, se la , me rogó por su esposo, se arrojó á los pies, lloró... y como me habías dicho que se trataba de un negocio grave, me mantuve inflexible, hasta tal punto, que se me desmayó doña Clara, y la llevaron á su cuarto sin sentido. Después he tenido una verdadera batalla con la reina.

No me parecía a tan lamentable como a él, pero le seguí el humor, deplorándolo amargamente. ¡Pobre señor!... ¡Y mañana tenía que presentarse sin falta al presidente de la Audiencia! Yo no comprendo cómo estos hombres se descuidan... Bien es verdad que si una necesidad apremiante... ¡Vaya por Dios! Y vea usted, vea usted, Sanjurjo, las botas y el sombrero allí sobre la red...

Palabra del Dia

irrascible

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