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Actualizado: 20 de junio de 2025


El corregidor se vengó por una perfidia, que hizo mas arriesgada su posicion. Imputó á Catari la muerte de un recaudador de rentas, y le envió preso á la Audiencia de Charcas. Desde este momento la sangre corrió á torrentes, y la pluma del historiador se retrae de trazar el cuadro espantoso de tantos excesos. En Oruro, en Sicasica, en Arques, en Hayopaya, fueron innumerables las víctimas.

Pero en vez de perdonar y olvidar, conforme á la promesa, en Agosto del mismo año ordenaba la Audiencia que los detenidos fuesen desterrados á perpetuidad y trasladados unos á la metrópoli y otros á Puerto-Rico.

D. Domingo Mateu, de este comercio; el Sr. Dr. D. Juan José Paso, Abogado de esta Real Audiencia; el Sr. D. Francisco Antonio Herrero, vecino y de este comercio; el Sr. D. Domingo Achaval, idem; el Sr. D. José Martinez Escobar, idem; el Sr. Dr. D. Simon Cosio, Abogado de esta Real Audiencia; el Sr. D. Ildefonso Paso, vecino y del comercio; el Sr. Dr.

Lo séptimo, que los referidos Señores, que componen la Junta provisoria, queden escluidos de egercer el poder judiciario, el cual se refundirá en la Real Audíencia, á quien se pasarán todas las causas contenciosas que no sean de gobierno. Lo octavo, que esta misma Junta ha de publicar todos los dias primeros del mes, un estado en que se razon de la administracion de Real Hacienda.

Sastrea, lo sabe cualquiera, es la señora que está pintada en la Audiencia.

Pero volvamos á nuestro intento, aunque no es estraña de él la idea emitida. La audiencia de Manila ha procurado en todo tiempo con mas ó menos eficacia el dar mayor impulso á la administracion de justicia en las Islas de su vasto territorio; mas los efectos nunca han correspondido á sus buenos deseos, porque hay obstáculos naturales que su autoridad no puede vencer.

Al fin, el duque de Carvajal y su hijo lograron un buen aposento en la Puerta del Sol, en una magnífica fonda que sólo era frecuentada por los grandes señores. El mismo día de su llegada, el Duque se presentó en palacio, pero no pudo ver al Rey. A la mañana siguiente, solicitó una audiencia, y se le contestó que el Rey no recibiría en toda la semana.

Aquella carta estaba concebida en estos términos: «Mi buen Ruy Pérez Sarmiento: En el punto en que recibáis ésta, rasgad todas las diligencias que hayáis practicado en averiguación del delito cometido en la persona de don Rodrigo Calderón; proveed auto de libertad en favor de don Juan Téllez Girón y de don Francisco de Quevedo Villegas, y guardad esta carta para cambiarla por una provisión de oidor en la Real Audiencia de México.

Añadía el padre Arce que por él no había de ir otra almita al limbo, que no se sentía con hígados para hacer un feo a antojos de mujer encinta. El vicario foráneo se vió de los hombres más apurados para dar su fallo, y solicitó el dictamen de Matalinares, que era a la sazón fiscal de la Audiencia de Lima.

D. Juan Almagro de La Torre, Oidor honorario de la Real Audiencia de Charcas, y Asesor General de este Vireinato; el Sr. D. Manuel Genaro Villota, Fiscal de lo Civil y Real Hacienda, y honorario del Supremo Consejo de Indias; el Sr. D. Juan Ramos, Teniente Coronel urbano; el Sr. D. Miguel Ezquiaga, idem; el Sr. D. Felipe Cardoso, idem; el Sr. D. Francisco Paso, de este vecindario; el Sr.

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