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Lo que atraía la atención de todos era el desfile incesante de coches, símbolos de felicidad y bienestar en un país donde el afán de enriquecerse no tiene más deseo que no ir a pie como los demás mortales.

Lo que lo atraía principalmente á la capital de Baviera, era el cuidado y aumento de su galería de cuadros, cuyo origen y disposición ha trazado prolijamente por escrito. En la última mitad de su vida no renunció Schack á su costumbre de emprender largos viajes. En el año de 1865 acompañó al Gran Duque de Meclemburgo á España y Portugal.

Un concierto al aire libre atraía enorme concurrencia. No era fácil que Martínez y la otra se exhibiesen ante esta muchedumbre. Se imaginó vivir en los tiempos de paz; haber retrocedido á uno de aquellos inviernos privilegiados que empujaban hacia la Costa Azul á los ricos del planeta. Las dos terrazas estaban llenas de gente de buen aspecto.

El médico atraía las miradas y las preguntas de todos los convidados. Era un original que despertaba interés, viviendo como un solitario en la montaña, en medio de la gente de las minas, de la que se hablaba con cierto miedo en aquel interior elegante y rico.

Como quiera que ello sea, ya las noticias de nuestros triunfos en Italia, ya las vagas y confusas narraciones de los descubrimientos que hacia el Occidente hacían los castellanos de grandes y fértiles islas y de un dilatado continente, habitado todo por tribus salvajes y decaídas que no habían llegado o que habían retrocedido hasta el extremo de no tener animales domésticos, de no ser pastores, de vivir en un estado de humanidad más rudimentario que el de los pueblos errantes de Asia y de África, ya las expediciones, victorias y conquistas de Portugal en la India, que renovaban o eclipsaban las glorias fabulosas del Dios Ditirambo y las hazañas y empresas reales del Macedón Alejandro y que obscurecían las leyendas de los siglos medios, todo entusiasmaba y solevantaba a Fray Miguel de Zuheros; pero lo que más le seducía, lo que ejercía fascinador influjo en su ánimo y le atraía poderosamente, era el éxito de los portugueses en la India.

Venía una deslumbrante señorita que atraía la admiracion de toda la plaza; el P. Camorra, no cabiendo en de gozo, tomó el brazo de Ben Zayb por el de la joven. Era la Paulita Gomez, la elegante entre las elegantes que acompañaba Isagani; detrás seguía doña Victorina.

Las estancias, todas abovedadas y de poca elevación; los interminables claustros con arquería de medio punto; los muros, gruesos como los de un castillo medioeval; y principalmente la comarca toda ayuna de encantos naturales, pues ostentaba, como únicas galas, extensos magueyales y uno que otro eucalipto en medio de los campos de maíz y de cebada, hacían de la Hacienda de San Isidro Labrador un sitio que a muchos repugnaba, pero que a otros, al contrario, atraía por su misma desnudez y severidad.

Por fortuna, la vaca no le hizo daño ni caso, porque sólo llamaba su atención y la atraía poderosamente aquella masa redonda y colorada que corría delante de ella agitando mucho las faldas. Como la calle estaba cubierta de gayomba y de juncia y con muchas gotas de cera que habían caído al pasar la procesión, el piso resbalaba demasiado.

Pasaban incesantemente camiones obscuros guiados por soldados, automóviles llenos de oficiales, recuas de mulas procedentes de España que iban á ser embarcadas para Oriente, y esparcían detrás de su vivo trote un olor punzante y bravío de cuadra. El puerto viejo atraía á Ferragut por su antigüedad, casi tan remota como las primeras navegaciones mediterráneas.

Su desprecio por los homenajes se los atraía más que a nadie y una palabra de aprobación o un gesto benévolo tenían más precio viniendo de ella que los más altos favores de las mujeres de moda. El día en que, en el curso de una conversación, declaró al señor de Candore que no le gustaban los jóvenes, el diplomático sintió casi fatuidad por sus cincuenta años.