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Actualizado: 18 de mayo de 2025


En presencia de Atilio y de Novoa era menos locuaz, temiendo sus comentarios. Por el gusto de hacerle rabiar le recordaban el entusiasmo de los tradicionalistas españoles en pro de Alemania. Castro hasta fingía extrañarse de que no fuese germanófilo, como todos sus amigos políticos. Yo estoy donde debo estar contestaba don Marcos con dignidad . Soy un caballero, y estoy con las personas decentes.

Este coronel, siempre héroe, siempre entusiasta de las cosas de su profesión dijo Atilio Castro con sonrisa burlona. El llamado coronel se colocó casi de un salto, á pesar de sus años, junto á la ventana lateral más próxima. Alcanzaba á ver sobre el follaje del gran jardín en declive una pequeña sección del ferrocarril de la Cornisa sumiéndose en la boca ahumada de un túnel.

El dinero acababa al fin por volver á la casa. Según Atilio, estaba perforado el Casino por galerías secretas, puertas invisibles y hasta trapas, lo mismo que el escenario de una comedia de magia; todo para el mejor servicio y evitar molestias á los clientes. Algunas veces, un enfermo se desmayaba en la mesa ó caía muerto por una emoción demasiado violenta.

Defendían el dinero con mayor tenacidad que los otros continuó Atilio , con una paciencia de bueyes testarudos é incansables; pero acababan perdiendo, igual que los demás. ¿Quién no pierde aquí?... Hasta el Casino, que gana siempre, pierde ahora. Antes de la guerra, su renta era de cuarenta millones por año.

Contra su deseo, encontraba razonadas las protestas de Atilio. Tal vez era cierto cuanto decía, y este duelo resultaba un disparate, una locura del príncipe.

El mismo lo ignoraba. «Encontré á unos amigos...» Y en el curso de media hora, estos amigos eran los ingleses de Niza ó una familia de Cap-Martin, como si hubiese vivido en los dos lugares al mismo tiempo. Atilio también faltaba.

Luego preguntó á Atilio: ¿Estás contento de tu vida actual?... A pesar de su tranquilidad sonriente y burlona, Castro hizo un movimiento de sorpresa, como si le escandalizase esta pregunta. Su vida era insufrible. La guerra había trastornado sus costumbres y placeres, esparciendo á todos los vientos sus amistades.

El mayor, más avispado, se apellidaba Pistola, y trataba despóticamente á su compañero, largándole hipócritas patadas y coscorrones en pleno comedor cuando el coronel estaba de espaldas. Atilio, por la atracción del consonante, había apodado Estola al compañero de Pistola, y todos en la casa aceptaban el nombre, hasta el propio interesado.

Viviendo en Biarritz intimó con Atilio Castro al descubrir que eran parientes por el general Saldaña. El español admiró la fascinación que ejercía el príncipe sobre todas las mujeres, muchas veces sin desearlo. Jamás en ninguna época había sentido la hembra más afición al lujo ni menos escrúpulos para conseguirlo. Esta era la opinión de Castro.

Atilio y el príncipe vieron á Lewis de pie ante el mostrador, bebiendo uno de aquellos whiskys que serenaban su ánimo y le permitían reanudar las retorcidas combinaciones que habían de devolverle su herencia paterna y restaurar su castillo. Le llamaron para enterarse de la suerte de la duquesa. Lewis se encogió de hombros con una expresión de escándalo y de protesta.

Palabra del Dia

ancona

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