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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Velázquez atajó la disputa llevándose á Frasquito. Todos se despidieron del capitán afectuosamente y de nuevo bajaron la escala, acomodándose como mejor pudieron en las dos lanchas que los habían traído. Una vez en ellas, como el día continuase sereno y el mar sosegado, á uno de ellos se le ocurrió acompañar á la corbeta algún trecho. Se aceptó con regocijo la idea.

Cuando Krilov salía ya, oyó al portero despedirle con estas palabras: ¡Atajo de gandules! «¡Canallacontestó mentalmente Krilov, acelerando el paso y buscando con la vista un coche. ¡En seguida, a casa! De pronto recordó que tenía su diario, y que en tal diario había escrito en cierta ocasión hacía mucho tiempo, cuando era aún estudiante algo muy radical, atrevido y bello.

El peligro que hay, decía, raya en pecado... pero añado, será pecado claramente si no se aplica toda esa energía de su alma ardentísima a un objeto digno de ella, digno de una mujer honrada, Ana. Si dejamos que vuelvan esos accesos sin tenerles preparada tarea de virtud, ejercicio sano... ellos tomarán el camino de atajo, el del vicio; créalo usted, Anita.

Después quiso entrar en consideraciones filosóficas sobre la magnitud del delito y sobre la conveniencia para la sociedad de que los tribunales castiguen con mano firme en estos casos, pero le atajó el presidente.

El único signo que advertí de su emoción fue cuando le di la mano al acercarme. ¡Qué encarnada se puso la pobrecita! Moreno continuaba sonriendo con la misma condescendencia, mientras su amigo se desahogaba tan fogosamente. Al cabo le atajó. No te forjes muchas ilusiones por eso del rubor ni te subas al trípode. El rubor es un fenómeno muy prosaico, querido.

La justicia tomó por el atajo; dejó una guardia de alguaciles con los muertos, y asimismo, para que la casa guardasen; envió al hospital los heridos, y a todos los otros, sin exceptuar a Margarita ni a Florela, se los llevó a la cárcel y los encerró.

Enarcamiento de cejas, mirada entre apática y curiosa, respuesta ambigua en dialecto: La carrerita de un can.... ¡Estamos frescos!, pensó el viajero, que si no acertaba a calcular lo que anda un can en una carrera, barruntaba que debe ser bastante para un caballo. En fin, en llegando al crucero vería los Pazos de Ulloa..... Todo se le volvía buscar el atajo, a la derecha..... Ni señales.

Allí permaneció Roger inmóvil hasta que perdió de vista á su linda compañera. Después tomó lentamente el camino del pueblo, con ideas y sentimientos muy distintos de los del inexperto mancebo, casi un niño, que pocas horas antes había dejado aquel mismo camino por el atajo del bosque.

Le molestaba, como si fuese algo inoportuno, el gesto triste y silencioso de los que le rodeaban, y sonrió para animarlos. Intentó hablar, pero el primer intento de palabra le produjo una gran fatiga. El payés le atajó con un gesto. «¡Quieto, don Jaime: debía permanecer inmóvilEl médico iba a llegar. Su hijo había montado en la mejor caballería de la casa, para traerlo de San José.

La amenazada chica comenzó a mirar, asustada, en todas direcciones, y aunque no se veía el perro, como los ladridos se oían cada vez más cerca, dió a correr desesperadamente, buscando la entrada de la villa por un atajo. ¡A ella, chucho! seguían gritando las otras . ¡Cómela, cómela!

Palabra del Dia

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