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Actualizado: 23 de junio de 2025


Veo que usted me conoce y se hace cargo de mis invenciones continuó él . Ya comprenderá que el buque que imagino sería invencible, lo mismo atacando que defendiendo.

Esta circunstancia hizo creer en los primeros momentos, que el fuego que se sentía provenía de alguna escaramuza que libraba con los rebeldes el citado capitán Cossío, y júzguese, pues, de la sorpresa de los defensores de La Maya, cuando súbitamente los alzados se presentaron por el extremo opuesto, atacando resueltamente el cuartel de la Rural.

Se veían los dos por los montes de Navarra y de Guipúzcoa al frente de una partida, viviendo siempre en acecho, en una continua elasticidad de la voluntad, atacando, huyendo, escondiéndose entre las matas, haciendo marchas forzadas, incendiando el caserío enemigo... ¡Y qué alegrías! ¡Qué triunfos!

Y lo peor fué que estas construcciones gigantescas y los gastos enormes que exigían, todo resultó inútil. El continuo invento de medios destructivos dió vida á nuevas embarcaciones no más grandes que algunos peces de nuestros mares, pero que, á semejanza de éstos, podían deslizarse por la profundidad submarina, atacando de lejos á los monstruos flotantes hechos de acero.

Y por vuestra vida, aprended también á disparar formando curva, pues aunque de ordinario la flecha va derecha al blanco, os hallaréis muchas veces atacando á gentes parapetadas tras las almenas ó en lo alto de una torre, ó á enemigos que ocultan pecho y cara con el escudo y á quienes sólo matan las flechas que les caen del cielo.

Ofreciendo los billetes á puñados, seguían durante horas enteras el jadear de su ídolo, atacando con el hierro la piedra, hasta que al quedar triunfante, lanzaban sus boinas al aire, gritando victoria más por el orgullo de la clase que por las ganancias de la apuesta. Todo les servía para arriesgar el dinero que la fortuna les arrojaba á manos llenas.

Para aterrar a Hamet y a los que en la ciudad le obedecían, don Jorge de Meneses les envió un presente horrible: cincuenta cabezas de los que habían muerto atacando la fortaleza y rechazados por él. Amilanado Hamet y temiendo el incendio y saco de la ciudad y muertes innumerables si era entrada por asalto, pidió la paz, capituló, y dejó entrar a los portugueses que de la ciudad se enseñorearon.

Por la tarde reconocieron los enemigos el poco daño que recibian de un pedrero, con que se procuraba ofenderlos, y determinaron apoderarse de él: como en efecto lo consiguieron, atacando improvisamente y con precipitacion á los que le defendian, quienes se pusieron en vergonzosa y precipitada fuga, de que se siguió un total desórden en los demas.

Habían llegado al castillo nuevo a la hora convenida, y esperaron cerca de la puerta, que no se abrió porque Juan se vio arrastrado con los otros en auxilio del Duque; es más, deseoso de disipar toda sospecha, se había distinguido muy especialmente atacando a Ruperto en persona, lo que le había valido una estocada de éste.

El pobre cardenal de Borbón languideció de tristeza en su palacio, dedicando sus rentas a hacer obras en la catedral, hasta que murió al iniciarse la reacción de 1832, dejando el sitio a Inguanzo, el tribuno del absolutismo, un prelado con patillas entrecanas, que había hecho su carrera en las Cortes de Cádiz atacando como diputado toda reforma y abogando por el retroceso a los tiempos de los Austrias, medio seguro para salvar al país.

Palabra del Dia

rigoleto

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