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Actualizado: 19 de junio de 2025
Paez que el viento, al rebombar en el cañón de la chimenea, me dice algo que nunca había oído yo antes; pero algo muy temeroso y muy triste... vamos, que ajuyera de ello de buena gana, si el temporal de afuera no me cerrara todos los caminos de escape, y el frío no me encadenara los remos y no me cortara la poca respiración que me queda en el gaznate... Otra cosa nunca vista: te puedo jurar que no me asusta la muerte porque soy viejo y cristiano y sé que ha de venir sin tardar mucho y que me toca esperarla confiado en la misericordia de Dios, como la espero; y con ello y con todo, me espanta la enfermedad que me va quitando la vida. ¿Cómo se explica este potaje? ¿Qué te parece a ti que será esto, Marcelo?
¿Cómo? usted me asusta. Pues no hay por qué. Doña Ana es así; extremosa... viva... exaltada... necesita mucha actividad, algo que la estimule... necesita.... Benítez mascaba el cigarro y miraba a don Víctor, que abría mucho los ojos, con expresión misteriosa de lástima un poco burlesca. ¿Qué necesita?
¡Dichosa época! exclamó la Roubinet. Pero si no tenemos ya esas graciosas costumbres, sepamos acomodarnos, como decía Máximo del Camp, al tiempo en que vivimos; sólo en esto reside el gran arte de la vida. La falta de salud dijo la Fontane, llevando la conversación a su punto de partida, asusta también a muchos pretendientes. ¿Qué hacer de una mujer enferma?...
La terrible indicación de la marquesa amedrentó a Jacobo en medio de su aturdimiento y de su rabia; y quiso sondear si la existencia de aquellas pruebas era una mera amenaza. ¡No se me asusta a mí con leones de paja! exclamó irónicamente . Mi conciencia me dice que esas pruebas no existen, y no creo en ellas... Pues a ver si tus ojos convencen a tu conciencia replicó vivamente la marquesa.
Pero, hombre, parece que hablas con sordina... decía Crespo malhumorado. Quintanar le consultaba acerca del estado de Ana. ¿A ti qué te parece de esto? Ps... allá ella. Sus razones tendrá. Yo creo Tomás, aquí para interinos... que Anita se nos hace santa, si Dios no lo remedia. A mí me asusta a veces. ¡Si vieses qué ojos en cuanto se distrae!
A mi no me asusta nadie exclamé, tomando mi almohada y largándola de paseo al medio del cuarto. Blanca me miró con asombro. ¿Qué haces, Reina? ¡Oh! es una costumbre. Cuando estaba en el Zarzal, lanzaba siempre mi almohada por los aires, para hacer rabiar a Susana, a quien este modo de proceder sacaba de quicio. Como Susana no está aquí, te aconsejo que renuncies a tal costumbre.
¿Por qué se asusta usted tanto, tío? exclamaba don Pedro gozando en sus adentros con la mortificación y asombro del viejo hidalgo . ¿Hay impedimento? ¿Tiene Nucha otro novio? Comenzó don Manuel a poner mil objeciones, callándose algunas que no eran para dichas.
¿Estás enamorada, Dorotea? No lo sé. Esa contestación me asusta. Y ¿por qué? Cuando una mujer no ve claro en su corazón... Prueba que está ni dentro ni fuera. Te creo demasiado dentro. Puede ser. ¿Me hablarás la verdad si te pregunto? Nunca os he engañado, me servís de padre. Padre que ahora hace bien poco por ti. Vos habéis hecho cuanto podíais por mí.
Cuando en la vida ocurren dificultades, el mutuo amor se ve diariamente acibarado. Tiembla el uno por el otro; tiemblan los dos por los hijos; la felicidad se ve comprometida á cada instante; asusta el día de mañana; se tienen remordimientos de haberse unido. Yo he comprendido esto á fuerza de imitación, y también me parece que lo he leído en no sé qué libro.
Es cierto que Pereda no rehuye jamás la expresión valiente y pintoresca, por áspera y disonante que en un salón parezca, ni se asusta de la miseria material, ni teme penetrar en la taberna y palpar los andrajos y las llagas; pero basta abrir cualquiera de sus libros para convencerse de que corre por su alma una vena inagotable de pasión fresca, espontánea y humana, y que sabe y siente como pocos todo género de delicadezas morales y literarias, y que acierta a encontrar tesoros de poesía hasta en lo que parece más miserable y abyecto.
Palabra del Dia
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