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Actualizado: 16 de junio de 2025
Otras por caridad la siguieron empleando, aunque con menos frecuencia. Comenzó a pasar hambre y su hijo también. Un día fue despedida también de la única casa en que ya asistía. Basilisa le dijo la señora Usted no puede ya traer agua y fregar suelos. Se está usted matando y no consigue cumplir como es debido.
Asistía, no obstante, a casa de Quiñones; veía a Amalia en secreto cuando se lo exigía, pero iba apareciendo más frío, más esquivo. Ella, advirtiéndolo perfectamente, no daba su brazo a torcer, no le hablaba palabra de su ex-novia. Sin embargo, un día no pudo contenerse: Sé que te entretienes largos ratos en casa de las de Meré hablando con Fernanda. Lo negó cobardemente.
La hija de Sánchez Morueta era tan admirada como su padre, cuando iba á Bilbao á oír misa en la iglesia de los jesuítas ó asistía por las tardes á las conferencias de las Hijas de María.
Al siguiente día dijo a Novillo que la obra se pondría inmediatamente en ensayo. Apolonio se hinchó hasta un punto inverosímil e incompatible con la elasticidad de la piel humana. Asistía a los ensayos, como Dios a la obra cotidiana y turbia de la creación, con aparente inconsciencia.
Germana asistía desde su cama a los combates interiores que sostenía la duquesa. A fuerza de sufrir juntas, la madre y la hija habían llegado a entenderse sin decir nada y a no tener más que un alma para las dos. Un día, la enferma declaró rotundamente que no abandonaría Francia. ¿Es que no estoy bien aquí? decía . ¿Qué necesidad hay de agitar al viento una antorcha que se extingue?
Miguel había asistido á esta lucha, irritante para él. Todas las tardes, al entrar en el Casino, se insultaba en su interior, como si cometiese un acto vil. ¿Por qué asistía á los hechos de esta loca?... Ella no parecía enterarse de su presencia: una mirada al principio, una sonrisa, y en las horas restantes sólo tenía ojos para el juego y para los croupiers.
Desesperábase el menguado, y decía a los caballeros que le aquejaban con preguntas, que él creía bien que todo aquello no era realidad, sino sueño, y que había que pensar que los duendes continuaban en la casa, y que habían tomado la forma de la dama y de la servidumbre que la asistía, no embargante que la tal dama y parte de sus criados con ella, fuesen a oír misa de alba todos los días, lo cual podía ser muy bien, dado que fuesen los susodichos duendes cristianas almas del purgatorio.
Desde mi ventana veía negrear los círculos de las tiendas cubiertas de fieltro o de pieles de carnero; y a veces asistía a la partida de una tribu, que en filas de largas caravanas llevaba sus rebaños hacia Oeste. El superior de los lazaristas era el excelente padre Julio. Su larga permanencia entre las razas amarillas lo habían tornado casi en un chino.
Adivinaba los desiertos de África, retostados por un sol ardiente que mantiene la, vegetacion como febricitante en su lecho de arena calcinada, y asistia á las escenas suntuosas de las selvas y montañas asiáticas, donde todo es exuberante y voluptuoso, por el tamaño, los colores, los perfumes, las formas y el crecimiento de las plantas, como de los animales; donde todo maravilla y aturde, dando la idea de un mundo semi-bárbaro, inmenso, cuya grandeza provoca la codicia de los pueblos gastados y empobrecidos por el tiempo en Occidente.
Montaba a caballo todos los días y frecuentaba el juego de pelota; por la noche asistía a uno de los teatros de ópera y luego hacía su partida de whist en el club.
Palabra del Dia
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