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Actualizado: 14 de octubre de 2025
Ella os deja libres del poder militar de los asesinos del 1.º de diciembre, y en esto mismo ha recibido la más grata recompensa a sus débiles esfuerzos. Que las tres provincias de Cuyo se mantengan en unión indisoluble y se sostengan mutuamente contra toda tentativa de los enemigos de su libertad es la aspiración y el más ardiente deseo del que os habla.
como Sancho Ortiz a Bustos Tavera, o a cualquiera de esos pícaros franceses, que pasan los Pirineos para ejercer en España sus traicioneras habilidades, y vienen pitando con son más medroso que el de la flauta de Pan, y estremeciendo de miedo a toda criatura masculina? ¿Cómo la referida Sociedad protectora nada dice contra estos asesinos de lo que está por venir y se desata en injurias contra el torero que mata en buena lid y a un individuo solo?
Junto á ellos, muertos también, tres servidores del castillo, destrozados é informes como si hubiera caído sobre ellos una manada de lobos. En la puerta inmediata, Duguesclín y el barón de Morel, á medio vestir y mal armados, tenían á raya á los asesinos; en los ojos de ambos guerreros brillaba con luz siniestra el fuego del combate y ante ellos se amontonaban los cadáveres enemigos.
Tòni intentó una objeción. Les era fácil encontrar viajes más seguros é igualmente fructuosos; podían ir á América... ¿Y mi venganza? interrumpió Ferragut . El resto de mi vida quiero dedicarlo á hacer todo el mal que pueda á los asesinos de mi hijo. Los aliados necesitan barcos: yo les doy el mío y mi persona. Conociendo las preocupaciones de su segundo, añadió: Además, pagan bien.
Inmóviles y espantados los asesinos, contemplaron el cuerpo a la distancia del terror. Era el peor de todos murmuró sordamente López, apartando sus ojos de a víctima. Salieron. Un instante después reinaba en el coro y en la Iglesia, en torno a lo que fue Padre Gracián, el silencio del olvido.
Aquel hombre tenía algo de esa personalidad enigmática de los seres sanguinarios, de los asesinos y de los verdugos; su fama de cruel y de bárbaro se extendía por toda España.
¡Los asesinos de Madrid! exclamó el Gran Capitán, inflamándose en patriótico ardor . ¿Y cree usted que les tenemos miedo? ¡Santa María de la Cabeza! Ya veo que están fortificando el Retiro, y que no permiten que vuele una mosca alrededor de sus señorías; pero ya hablaremos. Esto es ahora porque estamos sin tropa; pero ¿sabe usted lo que se va a formar en Andalucía? Un ejército. ¿Y en Valencia?
Pero en lugar de huir los asesinos, uno de ellos debía ocupar el lugar del Rey en el calabozo y pedir a los asaltantes favor y justicia a grandes gritos; llamado entonces Miguel, declararía que el preso había ofendido a la señora Maubán y por eso sufría aquel castigo; y que él, el Duque, se alegraba de tener aquella oportunidad para aclarar lo ocurrido en la fortaleza y contradecir y disipar ciertos rumores que habían circulado acerca de la presencia de un misterioso prisionero en el castillo de Zenda.
Hecho esto, da un grito que sirve de señal a los otros, se arroja a su vez por el tubo, le siguen los demás si pueden, y mientras el cuerpo del Rey va derecho al fondo del foso, los asesinos nadan hacia la orilla opuesta, donde varios hombres tienen orden de esperarlos con cuerdas para sacarlos del agua y caballos para huir, si no queda otro recurso. En este caso Miguel huiría también con ellos.
Aquí fuéron mis grandes apuros; sudaba como un pollo; balbuceaba palabras interrumpidas, porque no podia hablar, y Dios sabe el esfuerzo que tuve que hacer sobre mi convulsion nerviosa, para no gritar pidiendo auxilio, como si me viera rodeado de asesinos ó de ladrones. ¡Qué sábia ha sido mi mujer! decia yo para mí. ¡Cuándo me veré en donde está ella! Mi mujer no quiso subir, y esperaba abajo.
Palabra del Dia
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