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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Aunque pequeña, pues que solo contiene novecientos cuarenta y un habitantes, parte de ellos de la nacion apolista, la parroquia de Santa-Cruz es muy aseada, y mirando sus bellísimos contornos, fácilmente se desvia la atencion de la irregularidad de sus calles y edificios.

La recamarita, aquella que daba al patio, muy aseada y cuca, con su cama albeando, con su aguamanil provisto de todo. Y allí estaría, sin duda, el retrato del abuelo, muy estirado, de gran uniforme, el pecho cuajado de cruces.... ¡El abuelito!

Lo primero que Isidora echaba de menos era su doncella, Agustina, tan aseada, tan lista, tan ligera, tan señorita. «No, no exclamó la joven con angustia . Yo no nací para pobre, yo no puedo ser pobre». Dios la amparó en aquella noche de prueba, porque al poco rato de haber lanzado la exclamación dolorosa, salida de lo más vivo de sus entrañas, llegó su cara doncella.

Tres o cuatro generaciones habían pasado por aquella salita de la calle del Carpio, modesta y aseada, con el pavimento de madera encerada, sillas de paja, sofá de damasco encarnado, cómoda de caoba atestada de chirimbolos, espejo con marco de carey y diversos cuadritos al pastel representando la historia de Romeo y Julieta. La tertulia de las de Meré era la más antigua de Lancia.

Y como yo me mostrara un poco admirado de verla tan bonita y aseada, revelando luego que era el edificio predilecto de los vecinos, observé en éstos, al felicitarlos, un sentimiento de justísimo orgullo. El más viejo de los que estaban cerca, me dijo: Señor, es él quien merece la enhorabuena; por él la tenemos, y por él saben leer nuestros hijos.

Se ve á la mujer en el campo, dirigiendo hábilmente un carruaje, con su blanca y aseada papalina, llevando las riendas de un elegante cabriolé en el paseo público, detrás del mostrador en el café, en la tienda, en el escritorio, en todas partes, posesionada siempre de la porcion de humanidad que la ha dado una conciencia que yo respeto, por más que se torne contra la poesía oriental de la mujer: una conciencia que no la usurpa lo que la ha dado la verdad adorable de la creacion.

Cinco o seis niños la siguieron y la rodearon, mirándome con ojos de curiosidad. Sentiría estorbar. No, señor; no. Pase su mersé adelante. Me condujo a una estancia reducida, pero muy aseada y amueblada con más decencia de lo que podía esperarse. En mi país hay salas de hacendados que no están tan bien puestas.

Si entendemos por carne la sustancia organizada y viviente de que se vale el Artífice supremo para revestir de forma sensible su idea, haciendo patente la hermosura, ya por operación de naturaleza, ya por intervención de la voluntad y del entendimiento humanos, que pulen, acicalan y asean lo que naturaleza preparó y dispuso cual primitivo bosquejo, declaro que el Himno á la carne me parece muy bien, prescindiendo del título, porque ni las nubes nacaradas, ni la cándida luna, ni el sol, ni las flores, ni los verdes bosques, ni los lozanos verjeles, ni nada de cuanto he visto y veo por esos mundos, es más hermoso que una mujer aseada y hermosa.

Dentro de su casa disponen la mesa bien servida y aseada, en ella se sientan las mujeres juntamente con sus maridos y se portan con sobriedad, y los curas van a casa de los corregidores a bendecirles la mesa. A la tarde corren sortija en la plaza, dando premios al que la lleva, y a la noche se repiten los bailes y menguas.

"Id en mal hora; e jardinero os recoja para sus eras, que non limpia e aseada dueña doña Aldonza."

Palabra del Dia

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