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Actualizado: 5 de junio de 2025


Finalmente, después de haber bailado un buen espacio, el Interés sacó un bolsón, que le formaba el pellejo de un gran gato romano, que parecía estar lleno de dineros, y, arrojándole al castillo, con el golpe se desencajaron las tablas y se cayeron, dejando a la doncella descubierta y sin defensa alguna.

Viajando por Andalucía había visto al borde de un río unos muchachos que intentaban ahogar á un perro vagabundo, arrojándole piedras. Mary cayó sobre ellos, loca de cólera, apaleándolos con su quitasol. Uno de los chicuelos lloró, arrojando sangre por las narices... Este mal recuerdo había perturbado muchas de sus noches.

¡Loco! dijo Liette, divertida y feliz, arrojándole un ovillo de lana... Y mientras buscaba el nudo, le dijo insistiendo afectuosamente: ¿Irás a Argicourt? Conozco muy poco a los dueños. ¿No ha sido el barón tu camarada?

Después de tantas catástrofes, muerta la madre á fuerza de dormir, Valentín asesinado, y deshonrada ella públicamente por las cancioncillas del diablo-músico lacayo de su amigo y por el discurso moral de su hermano moribundo, poco tiene que perder y nada tiene que ocultar Margarita. No se comprende, pues, la determinación que toma de matar á su hijo, arrojándole al agua.

Santos Pérez, pase por acá; siéntese. ¡No! ¿Para qué me ha hecho llamarEl comandante, sorprendido así, vacila y no sabe qué decir en el momento. Su astuto y osado interlocutor lo comprende, y arrojándole una mirada de desdén y volviéndole la espalda, le dice: «¡Estaba seguro de que quería agarrarme por traición!

Si se encontrase allí algún maestro de la escuela pictórica flamenca, de los que han derramado la poesía del arte sobre la prosa de la vida doméstica y material, ¡con cuánto placer vería el espectáculo de la gran cocina, la hermosa actividad del fuego de leña que acariciaba la panza reluciente de los peroles, los gruesos brazos del ama confundidos con la carne no menos rolliza y sanguínea del asado que aderezaba, las rojas mejillas de las muchachas entretenidas en retozar con el idiota, como ninfas con un sátiro atado, arrojándole entre el cuero y la camisa puñados de arroz y cucuruchos de pimiento!

El Autor vino en ello, porque se dejaba gobernar del tal Apuntador, como de hombre que tenía grandísima curia en la comedia, y había sido estudiante en Salamanca, y le llamaban el Filósofo por mal nombre; y llegando con el papel de la segunda dama a Ana María, mujer del que cantaba los bajetes y bailaba los días de Corpus, habiéndole dado la primera dama a Mariana, la mujer del que cobraba y que hacía su parte también en las comedias de tramoya, arrojándole, dijo que ella había entrado para partir entre las dos los primeros papeles, y que siempre le daban los segundos, y que ella podía enseñar a representar a cuantas andaban en la comedia, porque había representado al lado de las mayores representantas del mundo y en la legua la llamaban Amarilis , segunda deste nombre.

Corriendo, gritando, arrojándole piedras, ramas secas, y cuantos objetos encontraban al alcance de sus manos, atravesaron los caminos y los claros, y se internaron, bajando la cabeza, en los sitios más espesos del bosque.

Mientras Rita se atrincheraba tras los restos de una silla de manos y una desvencijada cómoda, huyeron dos chicas, las menos valientes; y habiendo tenido Manolita la buena ocurrencia de cegar momentáneamente a su primo arrojándole a la cabeza un chal, pudo evadirse también Rita, jefe nato del motín.

Y viendo que el perro no aparecía, siguieron a la fugitiva arrojándole piedras, con una de las cuales la descalabraron al fin. ¡Que me matan! gritó la pobre chica llevándose las manos a la cabeza. Pero cuando, al retirarlas, las vió manchadas de sangre, su espanto no tuvo límites, y sus alaridos pudieron oírse desde media legua.

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