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Actualizado: 14 de junio de 2025
Sentía la zozobra de la primera entrevista luego de la posesión, cuando se reflexiona fríamente, desvanecidos ya los arrebatos cegadores, y se calculan las consecuencias del gesto. ¿Qué expresión sería la suya al encontrarse como amigos, obligados al fingimiento después de una oculta intimidad?...
En medio de sus arrebatos se aparece un alguacil acompañado del abate y de seis corchetes. ¿Con que estos son, dixo, los dos extrangeros sospechosos? y mandó incontinenti que los ataran y los llevaran á la cárcel. No tratan de esta manera en el Dorado á los forasteros, dixo Candido. Mas maniquéo soy que nunca, replicó Martin. Pero, señor, ¿adonde nos lleva vm.? dixo Candido.
El cabecilla de don Carlos le miró con una especie de curiosidad burlona, con la compasión desdeñosa con que los viejos miran casi siempre las ilusiones y los arrebatos de la juventud. Durante algún tiempo le dejó trabajar libremente en la viña del Señor; la inocencia y la bondad de Gil apagaban sus instintos malignos.
Se contemplaba como superior, muy superior á aquel hombre insidioso, y creía que sólo con verle el criminal conocería toda su bajeza. A veces le daban arrebatos de súbita cólera, tan fuerte y violenta, que al tener al militar ante sí, se lanzarla sobre él dispuesto á arrancarle por cualquier medio la vida.
Cuando su cuerpo macizo y bien torneado, suave y palpitante, cayó en los brazos de Bonifacio Reyes, ya estaba ella un poco cansada de aquella campaña terrible de su venganza, pero todavía sus arrebatos eróticos eran manjar muy superior al estómago empobrecido por tibias aguas cocidas del mísero escribiente de D. Diego.
El mismo Presidente Cleveland y todo el pueblo anglo-americano debieran protestar, sin que nadie abogase por nosotros, contra los arrebatos violentos y ciegos de que se han dejado llevar sus Cuerpos Colegisladores.
Primero, los arrebatos de pasión: una dicha que, encontrando estrecho el elegante nido de los recién casados, paseaba su insolencia feliz por los salones, para dar envidia al mundo; después, la monotonía, el cansancio, la separación lenta e insensible, sin dejar por eso de amarse; a él le atraían sus amistades de soltero, y ella protestaba con escenas y choques que hacían odiosa para Luis la vida conyugal.
No sé lo que dije, ni es fácil saberlo: una serie de frases incongruentes, mutiladas, incomprensibles, en que mezclaba «mis convicciones francamente católicas» con «los arrebatos disculpables de la juventud», «el elevado criterio y la reconocida ilustración de D. Sabino» con «la necesidad que sentía mi alma de amar a una mujer santa y religiosamente educada». Cuando al fin terminé aquel galimatías quedé jadeante, encendido, sudoroso, mirando al cura.
No; él no amaba a Feli con grandes arrebatos, pero sentíase atraído por ella dulcemente. En esta atracción había un poco de agradecimiento y algo de orgullo personal, de halago al amor propio. La deseaba, además, por egoísmo, viendo en ella una hembra apetecible que podía embellecer su existencia.
Me dijo, recriminándome, que mi nombre le había dado muy poca suerte; su finca de Ilo-Ilo marchaba mal; sin duda no sabía administrarla. Su carácter inquieto no le dejaba vivir. Era un hombre borracho y nervioso. Muchas veces pensé si estaría loco, tales eran sus gestos y sus arrebatos.
Palabra del Dia
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