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Actualizado: 14 de junio de 2025


En tocando á este punto le daban arrebatos de santa cólera, y entonces no se la podía aguantar. Pero de repente la insoportable beata se volvió del revés; el fondo de su carácter era una volubilidad extremada. Acompañábala algún militar joven ó algún abate verde.

La torcida y dañada conciencia del fiel amante y del marido infiel, se quejaba, no admitía sofismas, allá en los adentros más nublados del turbado Bonis, que entre el sueño y la vigilia se entregaba, mitad por miedo, por desorientarla, como él se decía, mitad por una especie de voluptuosidad nueva y que juzgaba monstruosa, se entregaba a los arrebatos del amor físico, no con gran originalidad por cierto, pero con una espontaneidad que era lo que más le remordía en la citada conciencia de amante.

Napoleón y lord Byron padecían de estos arrebatos, de estos furores causados por el exceso de la vida. Rosas se distingue desde temprano en la campaña por las vastas empresas de leguas de siembras de trigo que acomete y lleva a cabo con suceso, y sobre todo por la administración severa, por la disciplina de hierro que introduce en sus estancias.

Eres la de Médicis, la de Canova, la Capitolina, ¡eso es!... la Capitolina, que es la más chulona de todas las Venus... Deja que te bese de rodillas, que te adore. Y en la extravagancia de su embriaguez, pretendió arrodillarse para besar una pierna que asomaba entre las ropas del lecho. Feli sonreía con estos arrebatos de su amante. Le placía verle alegre.

Luis, que tantas veces había pensado en él con arrebatos de cólera, y que al verle había sentido impulsos de arrojarse a su cuello, acabó por mirarle con simpatía y respeto. ¡También la amaba! Y la comunidad en el afecto, en vez de repelerlos, ligaba al marido y al otro con una simpatía extraña. Que se vaya, que se vaya repetía la enferma con una terquedad infantil.

Cuando mi niño sea diputado le decía la madre en sus raros arrebatos de expansión cariñosa como es tan guapo, se lo disputarán las chicas y se casará con una millonaria. Y esperando con impaciencia esta edad, iba transcurriendo la vida de Rafael, sin alteración alguna; una existencia de aspirante, seguro de su destino, que aguarda el paso del tiempo para entrar en la vida.

Se ponía loco de cólera, y más y más le irritaba el no poder dominar sus arrebatos. Además, el mal era cierto; no por ser desatinada la acusación de los necios era menos poderosa y temible.

Pero, pasado el primer dolor, se animaba, se enardecía, embriagándose en la amargura de su desgracia. Había conocido por primera vez el tormento de los celos. Desde algunos meses antes, se mostraba triste, con nerviosidades y arrebatos impropios de su carácter. ¿No lo había notado Aresti?

Conocía el carácter de su gigante: pocas rachas, pero buenas, como él decía. Sólo muy de tarde en tarde, le había visto perder la serenidad y enfurecerse; pero guardaba un vivo recuerdo de sus arrebatos. Cuando subió el capitán Iriondo, encontró á Sánchez Morueta paseando casi á saltos por el despacho, como una bestia enjaulada, las manos atrás y la cabeza baja.

El adulterio se ha perpetrado ya. El Duque concibe algunas sospechas. Federico, para engañar á su padre, pídele la mano de su sobrina Aurora, despreciada por él en los primeros arrebatos de su pasión; pero Casandra, ciega de amor, y celosa á causa del proyectado casamiento, abruma á reconvenciones á su amante, y el Duque, que los oye, se confirma en sus sospechas.

Palabra del Dia

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