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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Como Benina no respondiera a estas demostraciones, Doña Paca, ya cerca de media noche, se arrancó a llamarla: «Nina, Nina, ¡si vieras qué mala estoy! ¡Vaya una nochecita que estoy pasando! Parece que me aplican un hierro caliente al costado, y que me arrancan a tirones los huesos de las piernas.

eres el honor castellano: aquel honor tradicional y bárbaro, más cruel y funesto que la misma deshonra; Un honor teatral, cuyos impulsos no arrancan nunca de los sentimientos humanos, sino del miedo al qué dirán, del deseo de aparecer muy grande y muy digno a los ojos de los demás antes que a los de la propia conciencia.

Keleffy viajaba por América, porque le habían dicho que en nuestro cielo del Sur lucen los astros como no lucen en ninguna otra parte del cielo, y porque le hablaban de unas flores nuestras, grandes como cabeza de mujer y blancas como la leche, que crecen en los países del Atlántico, y de unas anchas hojas que se crían en nuestra costa exuberante, y arrancan de la madre tierra y se tienden voluptuosamente sobre ella, como los brazos de una divinidad vestida de esmeraldas, que llamasen, perennemente abiertas, a los que no tienen miedo de amar los misterios y las diosas.

Pero ese poderoso cerco de montañas graníticas que arrancan desde las ondas mismas, donde bañan sus piés para elevar sus crestas y picos á considerables alturas, tiene un aspecto en que todo interesa, en que lo salvaje y rudo se combina con lo gracioso y apacible.

Es abundante el país de frutas silvestres y de fieras, una de las cuales es el famacosio; tiene éste la cabeza de tigre, en el cuerpo se parece al mastín, bien que no tiene cola; es más feroz y ligero que ninguno de los otros animales, de suerte que ninguno se puede escapar de sus garras, y si alguno para defenderse de él se sube á algún árbol, se juntan muchos en un momento, caban la tierra y arrancan las raíces hasta que caiga el tronco.

Se apoderan de una comedia española, exprimen los materiales que la constituyen, arrancan de ella con el mayor esmero sus galas poéticas, sacrifican al ídolo de las tres unidades la verdad y la verosimilitud, el fuego y la vida de la exposición dramática, y de esta manera, de un poema original irregular y tosco, ó, más bien dicho, de retazos y ligeras reminiscencias de él, componen una tragedia clásica ó una comedia.

Lo malo es que para llegar a este trance de la muerte tenemos que presenciar antes el brutal, largo y rudo suplicio del noble animal destinado a morir; tenemos que ver acribillada su piel con pinchos y garfios, que se quedan colgando, si no se los arrancan con las túrdigas del pellejo; y tenemos que contemplar asimismo la inmunda crueldad con que son tratados los infelices jamelgos.

El arte regenerará á quien le abandona; el arte enseñará á pensar á quien los hechos no inspiran una reflexion; el arte enseñará á sentir á quien las desventuras que directamente no le tocan, arrancan tan pocas lágrimas. El arte alienta y crece en España como una flor fragante entre pavorosas ruinas; y esto no es menester probarlo: basta con tomarse el sencillo trabajo de verlo.

Una pintoresca llanura con suaves ondulaciones, primorosamente cultivada, sembrada de pequeñas y alegres poblaciones, y de una melancolía deliciosa, se extiende por el espacio de 30 kilómetros entre la costa del Mediterráneo y un cordon de bajos y redondos cerros que arrancan desde Teruel para seguir paralelos al mar hácia el norte de Cataluña.

Ya suenan gratas músicas, que los indios de aquellas cercanías, colocados en los extremos del colgadizo, arrancan a sus instrumentos de cuerdas. Del jardín vienen los concurrentes; del cuarto de las señoras salen; Ana llega del brazo de Juan. «Juan, ¿quién ha sido? ¿para ese sillón de flores?». No la rodean mucho; se sabe que no deben hablarle. Y ¿Lucía que no viene?

Palabra del Dia

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