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Actualizado: 1 de junio de 2025


Varios jergones de hoja de maíz cubrían el tablado: cuatro mantas cosidas unas á otras formaban la cubierta común de los ocho, y junto á la pared yacían destripadas y mustias algunas almohadas de percal rameado, brillantes por el roce mugriento de las cabezas. Aresti pensó con tristeza en las noches transcurridas en aquel tugurio.

En el ensanche, erguía sus torres de un gótico ridículo la iglesia de los jesuítas, con su residencia anexa; y en torno de ella se alineaban con rigidez geométrica, los hoteles y caserones de los nuevos capitalistas, enriquecidos fabulosamente por las minas de la noche á la mañana. Aresti pasó el puente, siempre tembloroso bajo el paso de los tranvías y las carretas, y entró en el Arenal.

Ya le dije cómo los pillé en mi casa el domingo pasado: tengo testigos. Los llevaré al juzgado, y si él no se pone en razón y hace lo que le corresponde, irá á un presidio y ella á la galera. , hombre, dijo Aresti. Recuerdo tu asunto. Me gusta verte más tranquilo que el otro día. ¿Pero qué voy a hacer yo?

Basta, muchacho dijo Aresti riendo. No sigas. Iré á Labarga para que no me beses más con tu cara sucia... Buena se va á poner Kataliñ cuando sepa que subo al monte. El muchacho, tranquilizado por la promesa del doctor, habló con menos dificultad contestando á sus preguntas. Eran de tierra de Zamora y habían venido á las minas su padre y él con seis paisanos más.

Hablaba indignada de él á su marido. ¡Dejar así á la pobre Antonieta, que era un ángel, un modelo de virtud y devoción como todas las mujeres de la familia!... Fué preciso que Sánchez Morueta, con su grave autoridad que no admitía réplicas, manifestase su propósito de seguir recibiendo á Aresti en su casa, para que la esposa se contuviera ante el doctor.

Despertaba en ellos cierto orgullo que el doctor Aresti, que había estudiado en el extranjero y del que hablaban en la villa con respeto, quisiera vivir entre ellos, en la sociedad primitiva y casi bárbara del distrito minero. Esto les halagaba como si fuese una declaración de superioridad en pro de los mineros de las Encartaciones sobre los chimbos de Bilbao.

Te creo, muchacho dijo Aresti Claro es que no te sabrá mal ser yerno de un millonario; pero esto es miel sobre hojuelas y aquí las hojuelas son tu amor.

Y como el doctor Aresti no pudiese contener su asombro, el millonario se apresuró á añadir: eres el único que lo sabe: un hijo... ¡mío! ¡bien mío!

La división que perturbaba á la villa, mostrábase, también en el restaurant, impulsando á unos parroquianos contra otros faltando poco para que se arrojaran los platos y se acometiesen con los cuchillos. A las dos volvió Aresti al Arenal. Formábanse de nuevo los grupos cerca del puente, mirando con hostilidad á los aldeanos que pasaban camino de las parroquias.

Lo primero que vió Sanabre al levantar la cabeza fué el brillo de unos lentes, y al reconocer al doctor Aresti, abandonó su sillón confuso é indeciso, dudando entre salir al encuentro de aquél ú ocultar la carta.

Palabra del Dia

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