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En el escaparate, unos bustos de damas, hechos en cera, ofrecen un espectáculo horripilante; porque las damas están divididas en dos partes; la parte de la derecha muestra la vejez con todo su horror: arrugas, bolsas bajo los párpados, pellejos flotantes en la barbilla, tendones en el cuello, amarillez de la epidermis, cabellos blancos y pelos en la nariz y en las orejas. ¡Es la mujer antes del tratamiento de la Lenclos...! La parte izquierda es fresca, juvenil y apetitosa... ¡Nada de bolsas, sino cabellos de un rubio veneciano...! ¡Labios arqueados...! ¡Mejillas carnosas...! Sin embargo, estas cabezas causan la impresión de pertenecer a las malas pagadoras, que no saldaron el precio convenido de antemano y a las que dejaron a la mitad de su rejuvenecimiento.

Así fué que al desembarcar de la galera en la playa de Boyne besé la tierra, porque hacía ya ocho años que no la veía, como os he besado á vos, bella ventera, porque de Boyne aquí apenas si he visto media docena de buenas mozas, y ninguna tan apetitosa como vos.... Pero ¡por mi espada! que esos bribones se han largado con la carga, exclamó lanzándose hacia la puerta. ¡Hola! ¿estáis ahí? ¡Entrad luego, truhanes!

Montó a caballo con agilidad, a pesar de las plásticas abundancias de su apetitosa belleza, y tomó la garrocha de manos de un criado. Saludaba a los amigos, excusando su tardanza, mientras sus ojos iban hacia Gallardo. El apoderado dio un espolazo a su yegua para acercarse y hacer la presentación, pero doña Sol, adelantándose a él, se aproximó al torero.

La señora baronesa que pesaba unas catorce arrobas, se habia grangeado por esta prenda universal respeto, y recibia las visitas con una dignidad que la hacia aun mas respetable. Cunegunda, su hija, doncella de diez y siete años, era rolliza, sana, de buen color, y muy apetitosa muchacha; y el hijo del baron en nada desdecia de su padre.

Iba delante la escolta de honor, compuesta de un destacamento de arcángeles cubiertos de cabeza á pies con centelleantes armaduras de oro. Después de haber envainado sus sables, se acercaron á Eva para decirle unos cuantos chicoleos, asegurando que no pasaban por ella los años y que se mantenía tan fresca y apetitosa como en los tiempos que habitaba el Paraíso.

Su alcoba no la vio nunca como la dejaron aquellos curiosos. No es para la mayor parte de los hombres una obra santa, y una copa de espíritu la hermosura; sino una manzana apetitosa. Si hubiera un lente que permitiese a las mujeres ver, tales como les pasean por el cráneo los pensamientos de los hombres, y lo que les anda en el corazón, los querrían mucho menos.

#Viaje a Riosa.# El duque de Requena había dado la última sacudida al árbol. La naranja cayó en sus manos dorada y apetitosa. En un momento dado sus agentes de París, Londres y Madrid adquirieron más de la mitad de las acciones de Riosa. La gerencia vino pues a sus manos, o, lo que es igual, la mina.

Paco pensó sin querer, «que estaba apetitosa». Se ofreció mucho, como su madre, y salió. En el pasillo dio un pellizco a Petra que traía un vaso de agua azucarada. Visita dejó la mantilla sobre el lecho de su amiga y se preparó a meterse en todo, sin hacer caso del gesto impertinente de Petra. «¿Quién se fiaba de criados? Afortunadamente estaba ella allí para todo lo que hiciera falta».

La apetitosa Honorina, vista por Chermidy, rudo lobo de mar, fue la preferida por su candor, y aquella oveja recalcitrante pasó a su poder bajo las barbas de sus rivales. »Su buena suerte, que hubiese podido darle muchos enemigos, no perjudicó en lo más mínimo su porvenir. Aunque vivía apartado, solo con su mujer, en una quinta aislada, obtuvo un bonito embarque, que no había pedido.