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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Concluida la apasionada epístola, no faltaba otra cosa que llevarla a su destino: pero, ¿cómo iba a hacerla llegar a manos de mi vecina?... ¿Valiéndome del correo? No conocía el nombre de mi deidad. ¿Comisionando al portero para que se la entregase mediante una propina de tres francos?
Tan espantoso desenlace no había de tener por causa ni peste, ni hambre, ni fuego del cielo, ni ningún otro medio sobrenatural, sino que todo había de ocurrir sencillamente por efecto del truculento frenesí que el amor y los celos producen en el alma de una mujer apasionada. Yo creo haber cumplido con las condiciones que la mencionada señorita me impuso y de ello estoy orgulloso.
La pregunté: «¿No cree usted que es así?» Y ella me contestó: «Sí.» Esta palabra, la palabra del asentimiento, fue la última que me dijo. Ferpierre dejó que el eco de aquella voz apasionada se perdiera. Y cruzando los brazos sobre el pecho, habló lentamente, después de un breve silencio: Resumamos.
Duhamel es un gran médico, pero hay males que sólo se curan, digo yo... en el hoyo. Allí todo se cura. Qué bien se debe estar allí... y aquí también. Se está muy bien... dan ganas de dormir, porque.... Duerme, Lucía, mi alma y mi vida murmuró apasionada y vibrante voz . Duerme, a mi amparo y no temas. Duerme: ni en el lecho de tu infancia, velada por tu madre, dormiste más segura.
Diré, sin embargo, que es, en mi sentir, persona apasionada, movida por quejas justas, y que deja notar en cuanto afirma cierto enojo harto motivado, que tal vez le impulsa á ir más allá de lo merecido en la reprobación y en la censura.
Después de algunos momentos de silencio, añadió: Acaso aciertes en tu elección. Es buena muchacha, Juan... aunque un poco atrevida. Y no dijo más. El último rastro de vida se desprendió de aquella cabeza débil, loca y apasionada. Una mariposa que se había posado en su pecho voló, y la mano que apartaron de la cabeza de Carolina, cayó a su lado, inerte.
No lo comprendo, tío decía Lucía, pero á veces me doy á cavilar que á Clara le han dado un bebedizo. ¡Tiene unos terrores tan inmotivados! ¡Siente unos remordimientos tan fuera de razón!... No sé qué sea ello. Doña Blanca le ha puesto tan feroces escrúpulos en el alma, le ha hecho recelar tanto de su apasionada natural condición... que la infeliz se cree un monstruo, y es un ángel.
No era posible su deseo... ¡La primera vez que entraba en su casa! ¡Ni el más leve simulacro de resistencia!... ¡Ir ella a él!... Pero al estrechar la mano del espada vio sus ojos; unos ojos que sólo sabían mirar con apasionada fijeza, confiando a la muda tenacidad sus esperanzas tímidas, sus deseos silenciosos. No te vayas... Ven: ¡ven! Y no dijo más.
No sólo rodeará a su esposa de todos los cuidados que su estado requiere, si no que es hombre para constituirse en enfermero de ella y velarla noche y día. Le garantizo a usted que tomará el matrimonio en serio, como todos los deberes de la vida. Es español e incapaz de jugar con los Sacramentos; tiene un culto por su madre y una ternura apasionada por su hijo.
Luego, doña Elvira, en las tertulias de Palma, defendía con vehemencia a la escritora, una pobre mujer apasionada, cuya vida actual era más abundante en tristezas y cuidados de hermana de la Caridad que en satisfacciones de amor. El abuelo tuvo que intervenir, prohibiendo a la esposa estas visitas para acallar murmuraciones. Se hizo el vacío en torno a la escandalosa pareja.
Palabra del Dia
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