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Actualizado: 7 de junio de 2025


La verdad es que la admiración de Petrarca a Laura y la de Dante a Beatriz eran nada en comparación con la apasionada y vehemente que nuestro chico profesaba a la planchadora. La admiraba sin comprender que la naturaleza pudiese formar otro ser que rivalizase con ella; todo lo encontraba hechicero, desde sus cabellos, un tantico revueltos, hasta sus pies, nada breves y nada bien calzados.

Después de este mal traído intermedio, la acción se acelera y precipita, como debe, llegando a su término en la escena más patética, sublime, apasionada, llena de verdad y de poesía, y más hondamente conmovedora que jamás escribió poeta dramático en el mundo: la escena del calabozo. Shakspeare lo haría tan bien; pero mejor jamás pudo hacerlo.

Nada más adecuado para distraernos a los dos de aquel estado de emoción que la pregunta tan fría y tan natural que yo había omitido al principio, y pensé que una conversación necesariamente menos apasionada, menos tempestuosa, que nuestro silencio, acabaría por devolvernos un poco de tranquilidad.

Habló con acento firme, poniendo un intento de fascinación en la fijeza apasionada de sus ojos, aproximando su boca a ella, como para acariciarla con el susurro de sus palabras... ¿Y él? ¿qué pensaba Margalida de él?... ¿Y si se presentase un día a Pep diciendo que quería casarse con su hija?... ¡Usted! exclamó la muchacha . ¡Usted, don Jaime!

De raro en raro solía aparecer también la linda cabeza de Marta, que paseaba sus ojos un instante por los contornos de la casa con expresión indiferente; la cual, dicho sea en honor de la verdad, no se trocaba en apasionada y halagüeña a la vista de Manolito, antes bien continuaba de la misma suerte, apagada y severa, como si nuestro joven no tuviese más personalidad que una columna de los soportales, o que el reloj del Ayuntamiento o el letrero del café de la Estrella o cualquiera de los objetos inanimados sobre los que se espaciaban los ojos de la niña.

Aquel nombre pronunciado por la voz adorada, conmueve al joven profundamente. Y, en una admiración apasionada, contempla a la joven en toda la plenitud de su belleza, de pie y silenciosa al lado de un bosquecillo de flores.

Era una declaración en regla, viva, apasionada, anhelante, como el hombre que a todo trance quiere decir una cosa y teme que el tiempo no le alcance. A la vez llena de incoherencias ridículas.

El tercer acto fue una revelación de poesía apasionada para doña Ana. Al ver a doña Inés en su celda, sintió la Regenta escalofríos; la novicia se parecía a ella; Ana lo conoció al mismo tiempo que el público; hubo un murmullo de admiración y muchos espectadores se atrevieron a volver el rostro al palco de Vegallana con disimulo.

Hay allí ese espíritu aventurero, esa galantería varia y confusa, esa poesía melancólica, apasionada, infantil, inocente, pero arrebatadora, de los edificios de la edad media, ora sea un templo, ora un palacio, ora un castillo, ora una cárcel.

Nada había en él que descubriese su origen napolitano, y se hubiera dicho que sus antepasados le habían legado, con armas y bagajes, la vieja virtud de la España heroica. Era un joven serio, rígido, frío, algo engreído, con un corazón de fuego y un alma apasionada. Hablaba poco, siempre después de larga reflexión, y nunca había mentido.

Palabra del Dia

vorsado

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