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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Inexperta y alucinada, juzgué que el mejor empleo y ocupación de mi ser era el amor, los goces ó la incitante gloria, cosas ¡ay! de liviana realidad que se desvanecen pasada la ilusión primera. Mi alma está pura, y anhela reposarse en el bien. Aborrezco el mundo; pienso sólo en Dios, imán de nuestros corazones, fuente de toda salud, principio de toda inteligencia.

Nocturno adorno bello que a las encantadoras filipinas regala Dios para prenderse al cuello. Con ardiente ambición desmesurada, anhela ciego el hombre, sin reposo, blasones adquirir, nombre famoso, y subyugar la ciencia ilimitada. Escudriñar la bóveda estrellada, registrar el Océano proceloso, por llegar, arrogante y majestuoso, de la gloria a la cúspide escarpada.

Encierra la magestuosa reina del Guadalquivir dos poblaciones en una: Córdoba musulmana, y Córdoba cristiana; aquella hace alarde de la deslumbradora cultura que alcanza manteniendo su en el Islam; esta solo anhela la exaltacion de la en Jesucristo, y resignada con la pobreza de sus basílicas y monasterios, acostumbrada ya á que los violentos dominadores no la permitan siquiera levantar en lo alto de sus torres una humilde cruz, tan solo aspira á que la sagrada señal de la redencion se perpetúe hondamente grabada en los corazones y en el entendimiento de la raza vencida hasta que llegue el dia de su vindicacion gloriosa.

Y la poesía, por último, deja ya de atender á lo útil: no teje, ni guisa, ni edifica viviendas; ni trata siquiera de moralizar ni de enseñar verdades, sino que poniendo en ella misma su fin, aunque nada deseche y se valga de todo, tanto de lo creado cuanto de lo increado, tanto de lo real cuanto de lo ideal, como elementos y materia de lo que produce, no tira á producir sino la belleza y no anhela infundir en los ánimos más que el puro y desinteresado sentimiento que nace de verla y de admirarla.

En todas la ocupacion principal es enamorar, murmurar la segunda, y la tercera decir majaderías. ¿Y ha visto vm. á Paris, señor Martin? He visto á París, que es una menestra de páxaros de todas clases, un caos, una prensa, donde todo el mundo anhela por placeres, y casi nadie los halla, á lo ménos segun me ha parecido.

Este ruido de invisibles montañas que ruedan por los espacios, chocándose y redondeándose como los guijos que arrastra un río; estas lenguazas de fuego que lamen el cielo y llegan a tocar el mar con sus afiladas puntas; este cielo que se revuelca desesperado; este mar que anhela ser cielo, abandonando su lecho eterno para volar; este hálito que nos arrastra, esta confusión armoniosa, esta música, amigo, y ritmo sublime que lo llena todo, encontrando eco en nuestra alma, me extasían, me cautivan, y con fuerza irresistible me arrastran a confundirme con lo que veo... Esta alteración se repite en mi alma; esta rabia y desesperado anhelo de salir de su centro, propiedad es también de mi alma; este rumor, donde caben todos los rumores de cielo y tierra, ha tiempo que también ensordece mi alma; este delirio es mi delirio, y este afán con que vuelan nubes y olas hacia un punto a que no llegan nunca, es mi propio afán.

A caer en sus brazos me ha impulsado no qué extraña misericordia, no qué endiablada generosidad, que califico de perversa, y no qué vanidosa estimación de mi propia hermosura. He sido como engreído artista que anhela mostrar la linda joya que ha cincelado al que juzga delicado conocedor y buen perito.

Se diría que Sidarta es la encarnación, el avatar de Amor, que llora y lamenta haber creado la vida; que padece en cuanto todo ser que tiene vida padece, y que anhela retrotraer la vida a la nada para que el padecimiento acabe. GOPA. Efímera es la vida: el padecimiento que de ella nace debe de serlo también. PRATYAPATI. No, Gopa; la vida no tiene término. La muerte es cambio, no fin.

Vuestro perfume intenso de prostituta histérica, que incita al sacrilegio, lo anhela todo el mundo, desde el burgués intonso hasta el artista egregio, y desde el venerable que reza su responso y ornamenta sus dedos con aguas de amatista hasta el viejo eremita que entiende el sortilegio, conversa con los astros y es brujo y alquimista.

Pero no es sólo más hermosa, sino mayor, la caridad que anhela transmitirse en las formas de lo delicado y lo selecto; porque ella añade a sus dones un beneficio más, una dulce e inefable caricia que no se substituye con nada y que realza el bien que se concede como un toque de luz. Dar a sentir lo hermoso es obra de misericordia.

Palabra del Dia

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