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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Más era: había amor sublime que no era el amor sensual, por alambicado y platónico que éste quisiera considerarse.... Amar a la mujer... siempre era amar a la mujer. No, otra cosa.... Amor de varón a varón, de padre a hijo. ¡Un hijo, un hijo de mi alma! Ese es el avatar que yo necesito. ¡Un ser que sea yo mismo, pero empezando de nuevo, fuera de mí, con sangre de mi sangre!
Y el pobre Bonis se frotaba la frente y toda la cabeza con las manos, compadecido de aquel cerebro que bullía, que crujía, que pedía reposo, paz... y la ayuda de fuerzas nuevas. Un día encontró Bonis en un libro la palabra avatar y su explicación, y se dijo: ¡Una cosa así me vendría a mí perfectamente! Otra alma que entrara en mi cuerpo; una vida nueva, sin los compromisos de la antigua.
En el friso, representados en alto relieve, tosco aunque rico de inspiración y de carácter, se veían los principales sucesos de la vida heroica y bienhechora del avatar.
Pero que llena mi espíritu como una enseñanza suprema. ¡Si a veces pienso en que tú has realizado en mí un caso de «avatar», como el de Gauthier, ¿te acuerdas? No lo he leído. ¿No?... ¡qué raro! Lo raro es que lo confiese, porque nadie lo hace; ¿te has fijado? ¿El qué?
Harto jactancioso y nada galante ni fino le pareció el encomio que hizo el indio de su nobleza, con grave detrimento y aun menosprecio de la nobleza austriaca; pero Poldy excusaba y hasta absolvía al indio, conjeturando que en este particular había de estar un tanto cuanto agriado su carácter, por que siendo él descendiente de Crishna, de Rama, de los Pandues, o tal vez de algún Avatar, encarnación de Vishnú, de los que el Mahavarata celebra, se veía sometido a la extranjera dominación de los pícaros ingleses.
Este dinero omnipotente aún no contaba un siglo de existencia. Su vida no iba más allá de la de un hombre octogenario. Cierto era que había existido siempre; pero antes del avatar victorioso que le hizo señor del mundo, su vida se arrastraba vergonzosa entre desprecios y vilezas. Pluto era un dios sombrío y cobarde, amarillo y macilento como el oro enterrado.
Se diría que Sidarta es la encarnación, el avatar de Amor, que llora y lamenta haber creado la vida; que padece en sí cuanto todo ser que tiene vida padece, y que anhela retrotraer la vida a la nada para que el padecimiento acabe. GOPA. Efímera es la vida: el padecimiento que de ella nace debe de serlo también. PRATYAPATI. No, Gopa; la vida no tiene término. La muerte es cambio, no fin.
Si consiguieses dar aliento y ayuda a los brahmanes, vencer con ellos el Islam y restablecer en toda su amplitud el influjo y el imperio de casta tan inteligente, no lo dudes, los brahmanes, agradecidos, te reconocerían por nuevo y resplandeciente avatar y harían que por tan alto carácter, todos los indios te reverenciasen y temiesen.
Palabra del Dia
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