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En Los amantes de Teruel desenvuelve un argumento, puesto antes en escena por Andrés Rey de Artieda, y objeto también de los trabajos dramáticos de Vicente Suárez y de un poeta anónimo, según consta del tomo II de las comedias de Tirso de Molina.

En tan congojoso estado de indecisión se hallaba el americano cuando sucedió lo que hemos visto en el capítulo anterior: el encuentro con los amartelados jóvenes y la conversación con Andrés, a quien quiso sonsacar. Aquella noche le picaron los celos crudelísimamente y el demonio de la voluptuosidad le presentó a su sobrina más hermosa y apetecible que nunca.

-No niego, hermano Andrés -respondió el labrador-; y hacedme placer de veniros conmigo, que yo juro por todas las órdenes que de caballerías hay en el mundo de pagaros, como tengo dicho, un real sobre otro, y aun sahumados.

Señor le dice, el hijo mío que va á la Habana es Andrés, aquel muchacho tan guapo y tan listo que está mirando hacia acá. Créame usted, señor: no va en primera cámara porque ni aun vendiendo la camisa hubiéramos podido reunir tanto dinero si habíamos de dejarle algo al pobre muchacho por lo que pudiera sucederle fuera de su casa. Le juro á usted que es la pura verdad lo que le digo.

Después de esperar en vano la pregunta, Andrés dijo en voz más baja, donde se traslucía la fuerza del capricho: Si vengo es por ti, exclusivamente por ti. La pastora soltó una carcajada de burla para disimular la emoción placentera que estas palabras le causaron. El rubor subió a sus mejillas. Y cuando no viene usted, ¿por qué es? También por ti. ¿Sabe usted que tiene gracia eso?

CAPÍTULO IX. Fundación y progresos de los teatros de Madrid. Teatros de la Cruz y del Príncipe. Disposición interior de los teatros españoles. Nombres de diversos autores ó directores famosos de teatros del año de 1580, que fueron también poetas dramáticos. Tragedias de Jerónimo Bermúdez. Juan de la Cueva. Su dramaturgia. Sus dramas. 413 CAPÍTULO X. Andrés Rey de Artieda. Cristóbal de Virués.

No estuvo en dos dedos de caerse muerta la Carducha con la aceda respuesta de Andrés, a quien replicara si no viera que entraban en el corral otras gitanas. Salióse corrida y asendereada, y de buena gana se vengara si pudiera.

¡Aunque fueses de plomo! ¿De veras? Ya que no te falta voluntad; pero esta última vez has venido muy flojo del seminario. Ven a probarlo. No tengo gana. ¿Lo ve usted, D. Andrés? Me tiene miedo. Adiós, Josefina, hasta la tarde. ¡Cuidado que faltes! ¡Ya! Porque sin no hay romería. ¡Mucho que ! Adiós, resalada.

¡Par Dios, señor Andrés! dijo uno de los gitanos , que aunque la mula tuviera más señales que las que han de preceder al día tremendo, aquí la transformáramos de manera que no la conociera ni el dueño que la ha criado. Con todo eso respondió Andrés , por esta vez se ha de seguir y tomar el parecer mío. A esta mula se ha de dar muerte, y ha de ser enterrado donde aun los huesos no parezcan.

Aquella tarde representábase una comedia de Andrés de Claramonte titulada San Onofre ó el rey de los desiertos, la cual había obtenido gran éxito y era muy celebrada por todos.