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Actualizado: 18 de junio de 2025
Hallolo en la huerta totalmente abstraído en la contemplación melancólica de un pie de berza en que las orugas se habían ensañado. Andrés no anduvo con rodeos. Se lo anunció de golpe y porrazo. Tío, mañana me voy. El pie de berza se sintió abandonado súbitamente. ¿Cómo... cómo... cómo? Que mañana me marcho. ¡Pero así, tan de repente! ¿Qué mosca te ha picado, chico?
Creyó doña Rebeca oportuno dar dinero a su hijo Andrés, con más largueza que de costumbre, para que se fuera contento por muchos días; pero él apuñando el pago de la ausencia, no se alejó sin rezongar y sin echar sobre Carmen una mirada licenciosa.
Despachados los papeles y demás diligencias indispensables á todo pasajero, sólo se pensó ya en complacer á Andrés y en proporcionarle cuantas distracciones estuvieran al alcance de sus recursos. Tuvo éste á su disposición dos días y cerca de veinte duros.
¿Qué? me replicó el cazador. Y ya no pude dudar. Andrés dio algunos pasos hacia donde yo estaba. Le veía apenas aunque sobrepasaba casi con todo su cuerpo la oscura barranca.
En cuanto á Andrés, á juzgar por su resuelto continente y por su sonrisa desdeñosa, puede asegurarse que acaricia la ilusión de construir por su cuenta, á su vuelta de América, un barrio tan elegante y monumental como el que va recorriendo. Tres días hace que llegaron del pueblo.
Como doña Inés era muy elocuente, y los puntos susodichos se prestan a variadas amplificaciones, el discurso de doña Inés, interrumpido a trechos por Juanita, más que para acortarlo para avivarlo, duró hasta después de las siete, que era lo que Juanita deseaba. Cercana ya la hora en que había citado a don Andrés, Juanita consideró indispensable hacer a su amiga gravísimas revelaciones.
El enmascarado guardaba silencio y estaba sentado en una silla, apoyados los codos en una vieja y mugrienta mesa de pino. En otra silla estaba enfrente otra persona, en quien reconoció al punto don Paco a don Ramón, el tendero murciano de su lugar, el hombre más rico después de don Andrés y el más desaforado hablador que por entonces existía en nuestro planeta.
Pero, por más que dijeron, Andrés quiso ser ladrón solo y señero, con intención de apartarse de la cuadrilla y comprar por su dinero alguna cosa que pudiese decir que la había hurtado, y deste modo cargar lo que menos pudiese sobre su conciencia.
Diego, y Andres, el uno hermano, y el otro sobrino de Tupac-Amaru, segundados por Julian Apasa, sucesor de Tomas Catari, continuaron hostilizando á las tropas y á los pueblos. Los sitios que pusieron á Puno, á Sorata y á la Paz, forman los episodios mas interesantes de este drama.
Capítulo V. Las Iglesias de San Juan, San Andrés, San Salvador, Santiago y San Miguel. Los conventos y los ex-conventos de Teruel.
Palabra del Dia
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