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Actualizado: 5 de julio de 2025


Doña Rosalía lo adivinó también, cuando, poniéndose en acecho, le vió pasar á la casa inmediata por una puerta condenada que daba al desván antiguo. Se calló y esperó. Comprendió la taimada que allí había aventura amorosa, y en esto supo hallar un medio feliz para su venganza.

Sin ser por amor de Dios, sin este lazo supremo de comunión íntima, de hermandad y de unión amorosa de las criaturas, ¿qué razón hay para que amemos a nadie? No digo yo que aborrezcamos; pero ¿por qué hemos de amar? El Sr.

Cuando oyó a su lado la voz amorosa de Fernando, aquella voz que sabía tener para ella acentos subyugadores, irresistibles, se ruborizó de dulcísimo placer.

De pequeña había oído hablar a sus padres, siempre con cierto respeto, de aquel pariente extraordinario que corría lejanas tierras. Lo recordaba como una vaga sombra atravesando su amorosa embriaguez, cuando pasó unos cuantos días en la catedral, antes de establecerse en Barcelona, asombrándolos a todos con las relaciones de sus viajes y sus costumbres de extranjero.

Lionel se limpió la sangre de una mejilla, y luego miró á su esposa con aquellos ojos de niño abandonado é implorante. ¡Oh, mi rey! gritó ella, refugiándose en sus brazos . ¡Pobrecito mío!... Perdóname; soy una loca. No te abandonaré nunca. Y durante todo el día, Gould conoció la más amorosa y sumisa de las mujeres.

Un solo novio tuvo desde la edad en que apunta el querer hasta los días en que la presento; el cual, después de mucho rondar y suspiretear, mostrando por mil medios la rectitud de sus fines, fué admitido en la casa en los últimos tiempos de Doña Silvia, y siguió después, con asentimiento del papá, en la misma honrada y amorosa costumbre.

Necesitaba hablar cuanto antes para romper el maleficio mudo de esta hermosa bruja, que, convencida de su triunfo final, le enviaba sonriendo las bocanadas de humo de su cigarrillo. Y Miguel aludió á la fama amorosa de ella, al gran número de amantes que le atribuían, como si con esto pudiera crear una honda separación entre los dos.

Cortemos aquí el relato de la amorosa aventura de doña Guiomar y de nuestro Miguel de Cervantes, porque es conveniente, benigno lector, manifestarte varias cosas que son necesarias a la claridad del cuento.

Y el gentleman permanecía cabizbajo, mirando fijamente su mano, en cuya palma acababa de desarrollarse la tragedia amorosa de su propia vida. Pasó mucho tiempo ... ¡mucho! Ra-Ra, tendido junto al cadáver y abrazado á él, lloraba y lloraba incesantemente.

Rendida de cansancio, Rufina no podía ya con su cuerpo: cuatro noches hacía que no se acostaba; pero su valeroso espíritu la sostenía siempre en pie, diligente y amorosa como una hermana de la caridad.

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