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Actualizado: 5 de noviembre de 2025
Cito los versos en que así lo da á entender, porque son admirables y dignos de un gran poeta: Y con acento suave Se queja una simple ave, Y en amorosa prision Así aliviarse pretende; Que al fin la queja se entiende Si se ignora la cancion.
No era rico, ni de él podían esperarse solitarios para las orejas ni entresuelo amueblado; mas tampoco sería imposible sacarle unos cuantos duros al mes. Su estanco estaba en sitio céntrico, debía de producir bastante... la mujer muy vieja... Nadie es capaz de prever hasta dónde puede llegar un anciano tocado de la tarántula amorosa.
También clavaste allí la cruz sublime, cruz de la redención, la cruz gloriosa en que el amor divino reverbera; la cruz que fortalece y que redime y que siempre amorosa del mundo los cadáveres espera.
Tenía la devoción de la Virgen profundamente arraigada en el corazón desde la infancia: como apenas había conocido a su madre, buscó por instinto en la de Dios la protección tierna y amorosa que sólo la mujer puede dispensar al niño; había compuesto en honor suyo algunos himnos y plegarias, y no se dormía jamás sin besar devotamente el escapulario del Carmen que llevaba al cuello.
Pintóse en el rostro del marqués la sorpresa, y casi al mismo tiempo la alegría inmensa, radiante, el júbilo orgulloso, la exaltación de una victoria. Y apretando contra sí a su mujer, con amorosa protección, exclamó a gritos: O no hay en tres leguas a la redonda una pollina mansa, o aunque la tenga el mismo Dios del cielo y no la quiera prestar, aquí vendrá para ti, a fe de Pedro Moscoso.
No hay nada que me detenga para llegar hasta tí. Buscaré á esos Padres, iré á la Residencia, seré luis: todo lo que tú me digas. ¿Pero y si á pesar de esto tu familia no me admite? ¿Y si tu madre quiere casarte con otro?... Sanabre abordaba por fin la gran cuestión que su inquietud amorosa traía preparada; lo que más le había hecho desear aquella entrevista.
Y tú á su voz amorosa Enamorado palpitas, Tu cabellera lujosa En el seno precipitas De la recia tempestad; Y te envuelve con su manto Que el relámpago colora, Tu frente que el rayo dora Te la riega con el llanto De la mústia soledad. Y celosa de la tierra Que te nutre con su seno, Ruge como ronco trueno, Tus raices desentierra Con delirante furor.
El marino, con los ojos vagamente perdidos en el misterio del mar, siguió contando: Pues sí: es romántica y tentadora la niña de Luzmela...; te confieso que hasta se me pasó por la cabeza casarme con ella, y hasta se lo propuse en una divina hora de debilidad amorosa.... Tuve su alma en mis manos, una almita dulce y santa, llena de atractivos...; fuí romántico yo también, adorando a aquel ángel que vive en mi casa por un crimen de lesa humanidad.
De estos pensamientos opuestos salía por fin resignado a la realidad inexorable, dispuesto a reconocer que si la pobre muerta no había sido tan bella como la amorosa fantasía la había pintado, tampoco había sido tan mala como él la veía en el rencor del abandono. Pero, no obstante, se sentía mortificado y dolorido. El tener que renunciar a la perfección imaginada le hacía mucho daño.
Entendió, por último, que la mirada del enfermo era suplicante, amorosa, tristemente dulce.
Palabra del Dia
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