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Actualizado: 26 de julio de 2025
Señalado el día por los novios, pedida la novia oficialmente por el señor Rafael y arreglados los papeles á toda prisa, se tomaron los dichos en la vicaría. Después de las correspondientes amonestaciones celebróse la boda, al entrar la noche, en casa de la novia. Fueron padrinos el señor Rafael y Mercedes la Cardenala, prima de Pepa. Asistieron á ella los parientes y amigos de ésta y la reunión de la tienda de Velázquez, por ser los más íntimos que el novio tenía. Manolo Uceda se excusó por verse obligado á dormir aquella noche en la Isla; en realidad, por no encontrarse con Antonio y Soledad.
Tenía Rafaela la habilidad de insinuarse en los espíritus, de dominar las voluntades y de hacer eficaces sus amonestaciones educadoras sin ofender el amor propio de los educandos. De aquí que los criados de su casa, blancos y negros, la respetasen y la amasen, resultando todos más instruidos y hábiles a poco de entrar a servirla. El cocinero guisaba mejor.
Lo mismo dijo Paco Vélez... Ahí los tienes a los dos tan amartelados en el palco, publicando las amonestaciones... ¡Dice Paco Vélez que ha habido unas historias!... López Moreno sitió a Beatriz por hambre, y entre el embargo y la boda no hubo más remedio que capitular.
Ya se lo pronosticó ella, y después dicen que las viejas no entienden... Basta; dejar ese gestito de contrariedad, que no recomenzaría con sus sermones; verdaderamente, en estas circunstancias las amonestaciones huelgan: es como dar de palmadas al niño que acaba de romperse la cabeza; lo urgente era encontrar el dinero... Ella, que le había criado y educado y mimado, que era su segunda madre, le salvaría.
En seguida se separó de ella, dejándola confusa y asustada, como mujer a quien acaban de sorprender cometiendo un delito. El pecado, la condenación, la impiedad, habían sonado en sus oídos a modo de palabras vacías de sentido; las amonestaciones de un Bossuet no hubiesen ejercido en ella más imperio.
La verdadera deshonra es cerrar los oídos a las amonestaciones de la Iglesia que dice a los esposos: «amaos, uníos». Los juicios del mundo son pérfidos y vanos. ¿Debe hacer caso de ellos un hombre religioso y prudente? No. ¿Cuál es el peor consejero del hombre? El orgullo. ¿Y el mejor?
La madre contestó por ella: Niña, no seas mal criada; contesta a tu tío lo que debes contestar: Tío, con mucho gusto; cuando Vd. quiera. Este Tío, con mucho gusto; cuando Vd. quiera, entonces, y varias veces después, dicen que salió casi mecánicamente de entre los trémulos labios de Pepita, cediendo a las amonestaciones, a los discursos, a las quejas y hasta al mandato imperioso de su madre.
Para remachar el clavo con que el crítico hería el orgullo de la América latina, como ahora se dice, había en el artículo algunas amonestaciones a la artista, a fin de que no se dejase enternecer por las ardientes adoraciones de los entusiastas americanos, a quienes el articulista calificaba de sensuales y de candorosos, y que, inflamados de amor, irían a ponerse de hinojos ante ella.
Por fin lograron que se estuviera quieto, resultado en que no tuvieron poca parte las filosóficas amonestaciones del clerigucho, y las sabias cosas que echó por aquella boca el carnicero, hombre de pocas letras, pero muy buen cristiano. «Tienen razón dijo D. Francisco, agobiado y sin aliento. ¿Qué remedio queda más que conformarse? ¡Conformarse! Es un viaje para el que no se necesitan alforjas.
Inútiles fueron todas mis amonestaciones en contra; inútil la pintura que reiteradamente le hice de un porvenir brillante, honrado y tan dichoso y tan digno cuanto en este bajo mundo es posible. ¿Por qué no había ella de inspirar a un hombre y de sentir por un hombre que la mereciese el único y persistente amor que al pie de los altares se purifica y que un sacramento religioso ennoblece y ensalza?
Palabra del Dia
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