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Actualizado: 29 de junio de 2025
Somos dos, dos hombres, el uno joven, lleno de vida y salud, de inmejorable presencia, despejado, rico, honrado, con innumerables prendas que aumentará la imaginación de la que tanto supo amarle de niña; el otro viejo, enfermo, pesado.... Pesado no gritó Sola protestando con calor. Bueno, quitemos lo de pesado... enfermo, feo.... En los hombres no hay fealdad.
La acusación se refleja con vibrante intensidad en las páginas para mí siempre llenas de un sugestivo encanto del más amable entre los maestros del espíritu moderno; en las seductoras páginas de Renán, a cuya autoridad ya me habéis oído varias veces referirme y de quien pienso volver a hablaros a menudo. Leed a Renán, aquellos de vosotros que lo ignoréis todavía, y habréis de amarle como yo.
Este incidente fue causa de que perdiera algunos párrafos de la conversación que tenía lugar a mis espaldas, y que no había concluido todavía. ¡Amarle!... ¿por qué no?... si es posible... si una se enamora... ¡Oh! eso es lo primero. ¿Lo crees así?
Al fin ya de todo punto loco Jucef é insensato hizo venir de Marruecos, en fuertes jaulas cerrados, seis viejos leones rojos para en la vega soltarlos, y probar si en la árdua caza algun galan abrasado por los encantos de Leila lograba al fin el milagro de hacerse amar de la hermosa por gentil y por bizarro, que aquel que embiste á leones por lograr un fin ansiado, para no amarle es forzoso tener corazon de mármol.
Cuando, ya cerca de la noche, mientras subían cuestas que el ganado tomaba al paso, el nuevo Presidente de Sala le preguntaba si era él por su ventura el primer hombre a quien había querido, Ana inclinaba la cabeza y decía con una melancolía que le sonaba al marido a voluptuoso abandono: Sí, sí, el primero, el único. «No le amaba, no; pero procuraría amarle». Cerró la noche.
Clara le amaba, sin embargo. Bien sabía el galán que era falso, de puro modesto, aquello de que ... Amistosa y compasiva, Quiere que el zagal viva, Mas amarle no quiere.
Pero una afirmación pesimista le arrancó al poco tiempo de esta duda cruel. Margalida no le amaba, no podía amarle.
Tiburcio quiso contradecir a Morsamor en este punto, suponiendo que le había amado también donna Olimpia, y hasta que doña Sol había estado a punto de amarle y tal vez le hubiera amado a insistir él con firmeza en sus pretensiones. Morsamor no aceptó la lisonja. Harto probaban que lo era el frío desdén con que le despidió doña Sol y la traidora fuga de la italiana.
Y por otra parte, aunque mi hija viese en D. Casimiro los defectos que V. señala, ¿por qué no había de amarle?
Yo soy mayor de edad, y me figuro que sin miedo a mamá puedo ir donde mejor me parezca. Sea así; siga viniendo, ya que tal es su gusto; pero no me negará usted que existe contra mí una hostilidad declarada. Y si yo llegase a amarle, ¡Dios mío! ¿qué dirían entonces de mí? Creerían que había venido únicamente para seducir a don Rafael, y ya ve usted cuán lejos estoy de ello.
Palabra del Dia
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