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Actualizado: 27 de junio de 2025


Además, cuento con el socio, que corre con todo el trabajo: un antiguo dependiente al que di participación. Ya conocen ustedes la firma: Manzanares y Mendizábal. La falta de hijos parecía amargar su triunfo, colocándole en rencorosa inferioridad ante el prolífico vasco. Pero como una compensación, hizo el elogio de su esposa, valerosa compañera de los primeros años de pobreza y ahorro.

¡Y así me libraría tal vez de aquella panza amarilla, y de aquella cometa abominable! Abandoné el palacio del Loreto, y con él mi existencia de Nabab. Regresé a mi habitación de la casa de la viuda de Marques, y volví a la oficina a implorar mis veinticinco duros mensuales y mi dulce pluma de amanuense. Mas un sufrimiento mayor vino a amargar mis días.

Me horrorizo de pensar en el peligro a que te expones de incurrir en los más espantosos pecados, de amargar la existencia de un anciano venerable, deshonrando sus canas, y de ser ocasión, si no causa, de irremediables infortunios.

I. Y así había de ser, que el que había venido todo delicias del bueno, fuera espanto, terror y Juez severo del malo: Omme indicium dedit filio. Joan 5. 22. Y la razón se ha de tomar de parte de la equidad de un Dios justo y de la de nuestra miseria. Cuan rara fuera la inocencia en los hombres, si sin amargar la justicia, solo hiciera Dios ostentación de la clemencia?

Pues todo el que se mata por amor, no se mata por otra cosa que por amargar con el recuerdo de su muerte la conciencia del hombre ó de la mujer que le ha desdeñado. ¡Oh, no! ¡no puede ser! Y sin embargo, es. Yo... me había entregado enteramente á Dorotea. Dorotea sabía que mientras existiese doña Clara, ella no podía ser para vos más que un entretenimiento.

El punto final de las meditaciones de D. Fadrique era siempre el mismo, por cuantas sendas y rodeos tratase de llegar á él. No quería á Clara poseedora de lo que le constaba que no era suyo; no la quería mujer de D. Casimiro; no la quería monja tampoco, y no quería dar escándalo ni amargar la vida de D. Valentín con afrentoso desengaño.

Mi carrera hubiese sido lenta, y para no amargar los últimos años de mi tío, seguí sus consejos y reanudé los estudios, volviendo a la Iglesia. En un sitio y en otro se puede servir a Dios y a la patria; pero cree que muchas veces, con todo mi cardenalato a cuestas, pienso con envidia en aquel militar que viste. ¡Qué tiempos tan dichosos! Aún me tira la espada.

Realmente no era grande su prisa por enterarse de aquellas cosas del socialismo que traían revueltos a los trabajadores. Algunos se indignaban con los libros antes de leerlos. ¡Mentiras, todo mentiras, para amargar la existencia!

Aquellas oraciones, o mejor dicho, aquel himno que dejó escrito, surge de su diario envuelto en las últimas lágrimas de júbilo y de piedad que derramó sin duda en medio de aquel éxtasis de concentración ante Dios. ¡Todos los hijos deberían poder leer líneas parecidas, para que, observándolas, como depende de ellos, casi siempre, no amargar con desdichas, y llenar de felicidades, los corazones de sus madres!

Palabra del Dia

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