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Actualizado: 8 de junio de 2025


25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como el Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a mismo por ella, 26 para santificarla limpiándola en el lavamiento del agua por la palabra, 28 Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a mismo se ama.

, respondió maquinalmente el cura. Porque siempre se quiere a su marido ¿verdad? Sin duda alguna, sin duda. Bueno. Ahora, señor cura, decidme si se da el caso de que los hombres amen a varias mujeres. Yo no eso repúsome fastidiado el cura. , , debéis saberlo. Por otra parte un marido puede amar a otra mujer, que la propia, puesto que Francisco I amaba a Ana de Pisseleu y era casado.

Amar después de la muerte .Calderón Este drama es un cuadro brillante y animado de la sublevación de los moriscos en las Alpujarras en el año de 1570, y, en cuanto á su composición y argumento, uno de los mejores de este poeta, aunque su estilo, en general, no merezca alabanza.

A don Fermín le quiero con el alma, a pesar de su amor, que acaso él no puede vencer como yo no puedo vencer la influencia de Mesía sobre mis sentidos; pero de no amar al Magistral de modo culpable estoy bien segura. , bien segura. Debo huir del Magistral, , pero más de don Álvaro. Su pasión es ilegítima también, aunque no repugnante y sacrílega como la del otro.... ¡Huiré de los dos!».

Quien es capaz de amar mucho es también capaz de odiar sin límites. Sólo en el teatro se ven personajes cuyos sentimientos tienen una sola dirección; es lo que se llama unidad de carácter. Pero la vida es muy distinta de como se ve en el teatro, cuya literatura es la más inferior y simplista.

Pero agregaba que «no amar más que una vez y amar siempre» era la divisa de una mujer sincera y pura, así es que ningún hombre tendría jamás el derecho de destruir las flores secas que conservaba y conservaría siempre como un tesoro por el amor de Godfrey Cass. Y Nancy era capaz de sostener en las circunstancias más penosas la palabra que se daba a misma.

Y veo a todo el mundo pequeño, y a como un gigante dichoso. Y siento mayor necesidad, una vehemente necesidad de amar y perdonar a todo el mundo.

Es mucha, mucha mujer esa dijo una voz junto á Juan Montiño , y no me extraña que la améis. Volvióse el joven, y vió junto á á Ginés Saltillo. ¿Quién os ha dicho que yo amo ó dejo de amar á esa señora? Y, sobre todo, ¿os importa á vos? dijo el joven, que estaba resuelto á sostener la cuerda tirante hasta que saltase. Tenéis una manera de contestar... dijo contrariado el alférez.

Al poco tiempo su alma ardiente, sagaz, voluntariosa, simpatizó con la de Luis, tímida, infantil, llena de piedad y ternura. Más maestra en el arte de hacerse amar que la niña de Estrada-Rosa, logró pronto inspirar al conde confianza y afecto; le envolvió en una malla espesa de confidencias, no sólo referentes a sus amores, sino de toda la vida. Le confesó tan bien como el más hábil jesuita.

No tengo padre ni madre y me quitas el único hombre a quien hubiera podido amar... Era el único con quien podía yo casarme... puedes escoger... Ya había escogido. Peor para ti... La cuestión no está en escoger, sino en ser escogida... Bueno respondí.

Palabra del Dia

rigoleto

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