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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Ibamos labrando por la noche cuatro ranuras en forma de cuadro, que al terminar el trabajo se cubrían con alquitrán. Se trataba de horadar la pared de tal modo, que el pedazo arrancado fuera como un tapón, que al ponerlo no se notara que había agujero. Tardamos bastantes días en terminarlo.
Una botella de agua saturada de estos animálculos brilla y da luz suficiente para poder leer un libro a un metro de distancia. Aunque ya no les cogía de nuevas, Hans y Cornelio admiraban aquel espectáculo sorprendente y sumergían las manos en el agua para sacarlas cubiertas de puntos luminosos. A media noche la fosforescencia desapareció y la mar quedó negra y obscura, como si fuera de alquitrán.
El muchacho a estudiar. El diablo iba suelto, y hora era ya de imponer su autoridad y que la familia no siguiese desarreglada. En la próxima semana pensaba llevarlo al Seminario. Era su última palabra. Febrer, al quedar solo, bajó a la orilla del mar. El tío Ventolera reparaba con estopa y alquitrán las junturas de su barca, puesta en seco.
Muchos de mis lectores se acordarán, como yo me acuerdo, de su negro y desigual pavimento, de sus edificios que se reducían á cuatro ó cinco fraguas mezquinas y algunas desvencijadas barracas que servían de depósitos de alquitrán y brea; de sus montones de escombros, anclotes, mástiles, maderas de todas especies y jarcia vieja; y, por último, de los seres que respiraban constantemente su atmósfera pegajosa y denegrida siempre con el humo de las carenas.
Tiene el rostro y las manos negras como el carbón, y sobre sus ropas aparecen enormes manchas de alquitrán. En las ventanas del molino se ven las caras de los molineros que ríen a carcajadas, y Martín se pasea delante de la casa vivamente sobreexcitado. La escena es en extremo cómica, y Juan y Gertrudis creen que van a morir de risa.
«Sentémonos aquí dijo Benina al llegar junto a la Fábrica de alquitrán ; estoy cansadita. Aquí no... más abaixo...». Y se precipitaron por un sendero empinadísimo, abierto en el terraplén. Hubieran rodado los dos por la pendiente si Benina no le sostuviera moderando el paso, y asegurándose bien de dónde ponía la planta.
Harto hemos esperado al novio, y aunque nos lo ha recomendado el propio emperador, no somos lo bastante ricos para hacer arder toda la noche aceite y alquitrán. ¡Que se apaguen todos los fuegos! ASTOLFO. ¿Y cuáles son las órdenes del conde en lo que se refiere a las mesas servidas? EL CONDE. ¡Que les echen toda la comida a los perros!
Como puede comprenderse, sólo es visible de noche, cuando las aguas se ponen tan negras que parecen de alquitrán, y su esplendidez es mayor en las noches sin luna y muy cubiertas de nubes. Entonces se ven salir extraños resplandores de los abismos del mar: puntos luminosos, rayas de fuego y círculos resplandecientes.
El castillo está dispuesto para el recibimiento del noble prometido. Voy a mandar que enciendan nuevos fuegos; los barriles de alquitrán están ya apagándose. ELSA. ¡Padre! EL CONDE. ¿Queréis, quizá, que os envíe a vuestras damas de compañía? No tenéis más que mandarlo. Pero no; el amor prefiere la soledad. Perdonad a un viejo que ha olvidado ya lo que es el amor. ¡A vuestras órdenes!
Y después, ¡jamás el vapor oloroso de la mirra ardiendo en pebeteros de oro, jamás la violeta con sus hojas aterciopeladas, jamás la rosa ni el jazmín destilados en preciosos frascos de cristal se podrán comparar al delicioso perfume que exhalaba la cala de El Gavilán! ¡qué oloroso alquitrán, qué brea tan suave! ¡A fe de Dios! ¡Ciertamente no había un brick más hermoso que El Gavilán!
Palabra del Dia
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