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Actualizado: 27 de junio de 2025
Pero sea de ello lo que se quiera, el anciano médico se adelantó rápidamente hacia el ministro y le asió del brazo. ¡Insensato, detente! ¿qué intentas hacer? le dijo en voz baja. ¡Haz seña á esa mujer de que se aleje! ¡Haz que se retire también esta niña! Todo irá bien. ¡No manches tu buen nombre, ni mueras deshonrado! ¡Todavía puedo salvarte! ¿Quieres cubrir de ignominia tu sagrada profesión?
Me desprendí de sus brazos, con el corazón oprimido, y me alejé. En la mesa, esa misma noche, no cesé de mirar a mi primo, pues me imaginaba que me recordaría con una seña nuestro convenio secreto. Pero él no pensó en ello; sólo cuando todos se levantaron deseándose «buena digestión,» me estrechó la mano de un modo muy particular, como nunca lo había hecho antes.
Tú eres la flor que he visto en este valle, Y cuando de él me aleje mi destino Recordaré en el áspero camino Tus virtudes, tu gracia y candidez; Y este recuerdo en tu álbum estampado Es la huella fugaz del pasagero, Que al pasar á la sombra del palmero Su cifra misteriosa grava al pié. QU
Una agitación sorda trabaja las provincias del Imperio, y la dinastía, personificada en absoluto en el Emperador dignísimo que rige los destinos de este pueblo, corre grandes riesgos de desaparecer el día, que Dios aleje, de la muerte de Don Pedro II. Pueden fácilmente adivinarse el resultado y las consecuencias para el Brasil, si su mala estrella lo lleva en las actuales circunstancias a suscitar una guerra americana.
¡Disparate! exclamó la marquesa ¿Cómo podrá persuadírseme de que hay un país en el mundo en que una madre se aleje ni un solo instante de su hijo cuando está malo? Pues el mayor es peor todavía continuó Rafael ; al saber lo que estás haciendo, logró agrandar sus ojos habitualmente espantados y dice que no creía tan bárbaros a los españoles, que no tuviesen en sus casas una nursery .
¿Pero Magdalena...? volví a preguntar temeroso de que aun sucediera otra desgracia que él me ocultaba. Te repito que Magdalena está en un muy triste estado de salud. No ha empeorado de algún tiempo a esta parte, pero continúa mal. Oliverio exclamé, vayas tú o no a Nièvres yo estaré allí mañana. Nadie me ha despedido de la casa de Magdalena, me alejé de ella voluntariamente.
Y usted, Felipe, ¿por qué causa se batió con su amigo? Porque Amaury me ha ofendido gravemente. Repito que usted estaba comprometiendo a Antoñita, y por eso le he insultado. El propio señor conde me advirtió que... Dispénseme, señor Auvray, le suplico me deje decirle dos palabras a Amaury. ¿Y bien, señor conde?... No se aleje usted mucho; tengo que hablarle también.
Ahora dijo en voz bajita y temblorosa dame un beso y escápate de prisa. Al mismo tiempo me presentaba su cándida y rosada mejilla. Yo la tomé entre las manos y la apliqué un beso... dos... tres... cuatro... todos los que pude hasta que oí rechinar la llave. Y me alejé a paso largo. Dejó de hablar D. Ramón. ¿Y después, qué sucedió? le pregunté con vivo interés.
Por fin me ví fuera de la ciudad, al principio de aquel camino por donde pasé diez años antes acongojado y lloroso, una fría mañana del mes de Enero. Recordé aquellos días amargos en que por primera vez me alejé de los míos, niño tímido y medroso, en quien cifraban sus tías las más risueñas esperanzas. ¡Cuán distinto me pareció el camino!
Cerré el ventanillo, me alejé taconeando y volví de puntillas.
Palabra del Dia
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