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Actualizado: 5 de junio de 2025


Cuando un naufragio arroja cantidad de medusas ú otros cuerpos, veréis ondular la arena, moverse, cubriéndose en seguida de nubes de esos sepultureros bailadores, que hormigueando, dando brincos, limpian alegremente la playa, esforzándose para dejarlo todo barrido entre dos mareas.

Yo no me ocupo más que del matrimonio de mi querido hijo, que se efectuará en breve, y de completar la educación religiosa de mi hija señaló a Asunción que debe entrar muy pronto en un convento de Recoletas, siguiendo su decidida e inquebrantable inclinación. Ocupaciones son estas que llenan alegremente mi cansada vida, y a las que me consagro con el mayor celo.

Entonces, es un gran compañero para ir al baile de la Ópera, replicaba alegremente Jacobo que, con su carácter turbulento, no tenía tiempo de estudiar á sus compañeros de locuras.

Diciendo estas palabras, el señor Aubry tomó afectuosamente el brazo de su mujer y la mano de su hija, como cuando era pequeña, y agregó alegremente: ¡A la mesa, hijas mías! Por la noche, cuando María Teresa se retiró a su cuarto, se instaló cerca de la chimenea, con un libro; pero su espíritu volaba lejos de lo que trataba de leer.

Aquí me tienes dijo alegremente, echando el mantón sobre los hombros, espero no haber perdido mi viaje, o mis viajes, porque han sido dos, hijo mío.

Sin saber cómo, aprovechándose tal vez de que la buena señora se hallaba de espaldas y no podía anonadarle con una mirada fulgurante, dijo con voz bastante entera: D.ª Carolina, cuando usted termine ahí voy a darle un susto. ¿Un susto? repuso la señora volviendo la cabeza con sorpresa. ¡, un susto! repitió el joven sonriendo alegremente, cada vez más animado. Pero no tenga usted miedo.

A los que habitamos en ciudades, estamos condenados á sucia atmósfera, recibimos en los pulmones aire ponzoñoso, respirado ya por otros muchos pechos, lo que más nos asombra y nos regocija, cuando recorremos las altas cimas, es la maravillosa pureza del aire. Respiramos alegremente, bebemos el hálito que pasa, nos embriagamos con él.

Le inspiraba nueva simpatía, por haber conocido a Feli; creía encontrar en él un vago recuerdo de la muerta. El doctor le saludó alegremente, mirándole con ojos de miope mientras limpiaba los cristales de sus lentes.

Pues es un consuelo. ¡Cosas de la vida! Aquí no le puede pasar a usted nada. ¡Si le parece a usted poco estar en la cárcel! Eso no deshonra a nadie. Martín se hizo el asustadizo y el tímido, y preguntó: ¿Me traerá usted de comer? . ¿Hay hambre, eh? Ya lo creo. ¿No querrá usted rancho? No. Pues ahora le traerán la comida. Y el carcelero se fué, cantando alegremente.

Felizmente no los hemos esperado, que si no, perdíamos el primer acto, que es precioso. ¿Por qué tardaron tanto? Hasta el último minuto, mi hermana no sabía si vendría... ¡Todo es bien, si bien termina, Jaime! respondió alegremente Martholl, instalando a María Teresa entre su tía y Diana.

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