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Actualizado: 23 de junio de 2025
El gobernador Dávila había reunido, bajo las órdenes de don Miguel Dávila, muchos soldados de los de Aldao; poseía un buen armamento, muchos adictos que querían salvar la provincia del dominio del caudillo que se estaba levantando en los Llanos, y varios oficiales de línea para poner a la cabeza de las fuerzas.
Sin duda que nadie me atribuirá el designio de justificar al muerto, a expensas de los que sobreviven. Lavalle hacía lo que todos deseaban haber hecho, salvo quizás las formas, lo menos substancial sin duda en caso semejante. ¿Qué había estorbado la proclamación de la Constitución de 1826, sino la hostilidad contra ella de Ibarra, López, Bustos, Quiroga, Ortiz, los Aldao, cada uno dominando una provincia y algunos de ellos influyendo sobre las demás? Luego, ¿qué cosa debía parecer más lógica en aquel tiempo y para aquellos hombres lógicos
D. Pedro Valerio Albano, idem; el Sr. D. Domingo French, idem; el Sr. D. Vicente Dupuí, idem; el Sr. D. Mariano Orma, idem; el Sr. D. Buenaventura de Arzac, idem; el Sr. D. Andres de Aldao, idem; el Sr. D. Juan Ramon Urien, idem. Se empesó la Acta, leyéendose en públicas y altas voces por mi el Actuario, y en virtud de mandato del Exmo.
Embajador más tarde ante Carlos V, aunque por unas semanas, en rápida misión secreta, habíase enamorado y casado con una española, doña Bárbara de Aldao. De cuyo matrimonio naciera doña Mencía, la que fue segunda duquesa de Sandoval, por casarse con el primogénito de don Fernando y doña Brianda.
Este sargento Araya y un Lorca, también un valiente conocido en Chile, mandaban la fuerza que Aldao había puesto a las órdenes de Facundo. Los reos de La Rioja, entre los que se hallaba el doctor don Gabriel Ocampo, ex ministro de Gobierno, solicitaron la protección de Lorca para que intercediese por ellos.
Incorporado conmigo dicho Comandante Aldao, seguí la marcha al parage de las Arenillas, distancia del Campanario seis leguas, y adonde llegué á la una del dia, donde dí descanso á la gente. A poco rato me dieron aviso, de que por la retaguardia nos venian siguiendo 10 indios, y así mandé 60 hombres que luego volvieron diciendo que con su vista se habian retirado los enemigos á las alturas.
Con las disposiciones que yo le conozco a ese pueblo, en diez años de un sistema semejante hubiérase vuelto un coloso; pero las pisadas de los caballos de Facundo vinieron luego a hollar estos retoños vigorosos de la civilización, y el fraile Aldao hizo pasar el arado y sembrar de sangre el suelo durante diez años. ¡Qué había de quedar!
El padre Aldao, a más de una suma de dinero, empezó a recibir su sueldo de general de mano de Rosas, y el general Heredia, de Tucumán, que; con motivo de la muerte de Quiroga, escribía a un amigo suyo: «¡Ay, amigo! ¡No sabe lo que ha perdido la República con la muerte de Quiroga! ¡Qué porvenir, qué pensamiento tan grande de hombre!
Por este tiempo ocurría en San Juan la desgraciada sublevación del número 1 de los Andes, que había vuelto de Chile a rehacerse. Frustrados en los objetos del motín, Francisco Aldao y Corro emprendieron una retirada desastrosa al norte, a reunirse a Güemes, caudillo de Salta.
De Mendoza debe reunírsele don Félix Aldao con un regimiento de auxiliares perfectamente equipados de colorado, y disciplinados; y no estando aún lista una fuerza de setecientos hombres de San Juan, Facundo se dirige a Córdoba con 4.000 hombres, ansiosos de medir sus armas con los coraceros del núm. 2 y los altaneros jefes de línea.
Palabra del Dia
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