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Actualizado: 28 de junio de 2025
Nunca ha corrido tiempo mejor para robar, desde que ha sido muerto Moabdar, y que anda en Babilonia todo alborotado. ¡Moabdar ha sido muerto! dixo Zadig: ¿y que se ha hecho la reyna Astarte?
Mientras, Ojeda, desde el mirador de proa, contemplaba la muchedumbre aglomerada en las bordas, ansiosa de ver cuanto antes la deseada ciudad. Una mujer, alborotado el pelo y enrojecidos los ojos, gemía a un lado del combés.
Los procedimientos para volver la accion á un miembro paralizado ¿se asemejan por ventura á este otro: «levántate, toma tu lecho, y véte á tu casa?» Las teorías hidrostáticas é hidráulicas ¿llegarán nunca á encontrar en la mera palabra de un hombre, la fuerza bastante para sosegar de repente el mar alborotado, y hacer que las olas se tiendan mansas bajo sus pies, y que camine sobre ellas, como un monarca sobre plateadas alfombras?
Cipriano, rechazado por la cristiana, se refugia lleno de desesperación en un lugar desierto á la orilla del mar; los elementos se desencadenan, como lo están también los afectos en su corazón; ve un buque en el mar alborotado, que se hace pedazos contra un peñasco, y un hombre que se salva nadando hasta alcanzar la ribera. Es el mismo Demonio bajo otra forma.
Pues, señor, usted es cómico, y bueno. ¿Usted ha representado anteriormente? ¡Vaya! En comedias caseras. He alborotado con el García y el Delincuente honrado. No más, no más; le digo a usted que usted será cómico.
-Eso no -dijo a esta sazón Sancho, antes que don Quijote respondiese-. Y a mí, que ha pocos días que salí de ser gobernador y juez, como todo el mundo sabe, toca averiguar estas dudas y dar parecer en todo pleito. -Responde en buen hora -dijo don Quijote-, Sancho amigo, que yo no estoy para dar migas a un gato, según traigo alborotado y trastornado el juicio.
Estos mozos van a la hoguera. ¿No vio qué alborotado iba Celesto, don Andrés? Y al recordar la grotesca figura del seminarista rió con toda su alma. Andrés, por contagio, también se dejó arrastrar hacia la risa.
Corre el torrente alborotado y ciego, y el Derecho parece una quimera; pero aun hay fe, y allí donde yo llego ha de llegar conmigo mi bandera. Es bandera muy santa. Me la dieron hombres ya muertos de mi propia raza. Ellos la amaron mucho y defendieron cuando tronó el insulto o la amenaza. Y hoy la defiendo yo. No sea el torrente la fuerza superior que la derribe.
"¿Cuál coche detrás?" dijo él muy alborotado. Y al volver atrás, como hizo fuerza, se le cayeron las calzas, porque se le rompió una agujeta que traía, la cual era tan sola, que tras verme tan muerto de risa de verle, me pidió una prestada.
Atento estuvo don Quijote a las razones de aquel venerable varón, y, viendo que ya callaba, sin guardar respeto a los duques, con semblante airado y alborotado rostro, se puso en pie y dijo... Pero esta respuesta capítulo por sí merece. Capítulo XXXII. De la respuesta que dio don Quijote a su reprehensor, con otros graves y graciosos sucesos
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