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Actualizado: 15 de mayo de 2025
El francés se daría la mano con el turco, Flandes se entendería con Albión, para el caso; y todos, a un tiempo, se lanzarían sobre ella, desjarretándola por la espalda traidoramente, por medio de un levantamiento general de los numerosos moriscos de Aragón y Andalucía, que no esperaban otra cosa que una señal extranjera. El canónigo encontraba que el Santo Oficio alargaba por demás los procesos.
El refuerzo de la boca se alargaba en la parte superior formando una arista paralela al eje y á la determinada por dos zunchos suplementarios en los tercios, con sendas argollas. De estas piezas había con servidor ó recámara postiza y también con culata cerrada, haciéndose en el último caso el tapón á sombrerete, soldando las duelas á martillo.
Moreno tomó maquinalmente el cigarro que le alargaba. ¿Fuego? Jacobo arrolló la carta en espiral, la encendió y ofreciola a su amigo. Quedose con ella entre los dedos, hasta que se hubo consumido, y tiró el cabo que como fulgurante estrella, cayó ventana abajo. Siguiolo con la vista y se volvió luego hacia Moreno.
Parece que me tienes miedo le dijo él siempre serio y tranquilo . No sé por qué. Ya habrás visto que a razonable no me gana nadie. Otra cosa: enséñame a tu hijo. Fortunata volvió a sentir terror, y al ver que Maxi alargaba las manos hacia donde estaba el pequeñuelo, las apartó con las suyas, diciendo: «Otro día le verás... Déjale... está dormido y me le vas a despertar».
Su rostro entre las tocas blancas; su cuerpo, cubierto de las estameñas obscuras, tenían una majestad, una belleza que no puede imaginar quien no la vio... EVARISTA. ¡Pobre niña, no delires!... ELECTRA. Al llegar cerca de mí, alargaba sus brazos como si quisiera cogerme. Me hablaba con una voz muy dulce, lejana, escondida... no sé como explicarlo. EVARISTA. Sigue, hija, sigue.
El tío Frasquito acostóse al fin muy satisfecho, pensando en mañana, y al apagar la luz, esta vez con grandes precauciones, tuvo un escalofrío de espanto... Parecióle que se arremolinaban las tinieblas en medio del aposento y surgía de ellas mismas el eunuco estrangulado, con el dogal al cuello, los ojos fuera de las órbitas, el paso lento, la mano extendida, fría, yerta, que se alargaba, se alargaba hacia él... y le tiraba de las narices.
Se levantó rígido, tieso como un muerto, pareciendo que se alargaba su estatura hasta crecer la mitad... Allí..., allí..., allá lejos, a veinte brazas de aquella roca se agitaba el agua un poco, se formaba un remolino, aparecía un punto negro... Sí, sí, no había duda... ¡Jesucristo!... ¡Una manita crispada que se alza pidiendo socorro!...
Y sumergió afectuosamente su mano en la espesa piel del Terranova, que parado sobre las patas de atrás, alargaba ya su formidable cabeza, entre mi plato y el de la señorita Margarita. No pude menos de observar con nuevo interés la fisonomía de esta mujer, y buscar en ella los signos exteriores de la poca sensibilidad de alma de que al parecer hace profesión.
Llegó la noche, esperada de don Quijote con la mayor ansia del mundo, pareciéndole que las ruedas del carro de Apolo se habían quebrado, y que el día se alargaba más de lo acostumbrado, bien así como acontece a los enamorados, que jamás ajustan la cuenta de sus deseos.
Y el cuervo de Yégof, apoyado en el borde de la campana de la chimenea, con la cabezota oculta entre las despeluzadas plumas, parecía dormir; pero, de vez en cuando, alargaba el cuello, se limpiaba una pluma con el pico, nos miraba después escuchando un segundo y volvía a meter en seguida la cabeza bajo las alas.
Palabra del Dia
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