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El marqués de Leganés, gobernador del Milanesado, de paso en Mallorca con su flota, se apiadó de la juventud y belleza de una muchacha condenada a las llamas y pidió su perdón. El Tribunal alabó los sentimientos cristianos del marqués, pero no quiso admitir su súplica.

Todas estas pláticas estaba escuchando, muy atento, don Quijote, y, sentándose en el lecho como pudo, tomando de la mano a la ventera, le dijo: -Creedme, fermosa señora, que os podéis llamar venturosa por haber alojado en este vuestro castillo a mi persona, que es tal, que si yo no la alabo, es por lo que suele decirse que la alabanza propria envilece; pero mi escudero os dirá quién soy.

Pero, ¿qué digo, miserable? ¿No soy yo el vencido? ¿No soy yo el derribado? ¿No soy yo el que no puede tomar arma en un año? Pues, ¿qué prometo? ¿De qué me alabo, si antes me conviene usar de la rueca que de la espada?

Como Angelina.... Yo he sospechado... el buen viejo sonreía maliciosamente, guiñaba los ojuelos vivarachos yo me sospecho que no le pareces a Linilla un costal de paja.... ¡Vaya! ¡Y ella, bien que te agrada! Te alabo el gusto, ¡hijito! Trabaja, trabaja con fe, con mucha fe, y cásate. Si tus padres vivieran estarían muy contentos.... Las muchachas así, como Angelina, le gustaban mucho a tu mamá.

Me transporté al castillo después de mediodía, é hice mi confesión á la señora de Laroque: ella aprobó mi plan y aun me alabó más de lo que el caso parecía exigir.

Hecho el escrutinio de todos los libros, baxáron al jardín, y Candido alabó mucho todas sus preciosidades. No hay una cosa de peor gusto, dixo Pococurante, aquí no tenemos otra cosa que fruslerías; bien es que mañana voy á disponer que me planten otro por un estilo mas noble.

El bagel se llenó de cabo á cabo, Y su capacidad á nadie niega Copioso asiento, que es lo mas que alabo. Llovió otra nube al gran LOPE DE VEGA, Poeta insigne, á cuyo verso ó prosa Ninguno le aventaja, ni aun le llega. Era cosa de ver marabillosa De los poetas la apretada enjambre, En recitar sus versos muy melosa.

Se sonrieron en silencio. «El sol rejuvenecía a Quintanar. Además era un gran carpintero. Sus inventos podían ser más o menos fantásticos, su mecánica idealista, pero hacía de una tabla lo que quería. ¡Y qué limpieza!». Ana alabó el arte de su marido.

Entró resueltamente en el pequeño jardín, y le pareció distinguir sobre unas matas el rostro azorado del jardinero asomando un momento para volver á ocultarse con precipitación... ¡Algo rara la curiosidad de este hombre y su gesto despavorido! Pero huía, y el príncipe alabó su prudencia. Fué subiendo, con palpitaciones de emoción, los cuatro escalones de la puerta.

La buena caña que había reparado en dos diamantes enormes de dos sortijas del extrangero buen mozo, tanto se los alabó, que de los dedos de Candido pasáron á los de la marquesa.