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Actualizado: 11 de junio de 2025
Don Eugenio escuchaba con frialdad el nombre del célebre banquero, que todos los días repetían los periódicos, pero Juanito se estremeció. Aquél sí que era un hombre. Husmeaba la ganancia a cien leguas; colocaba los capitales ajenos con la mayor seguridad; tenía esclavizada la fortuna, y a pesar de esto, ¡qué sencillo! ¡Con qué modesta afabilidad trataba a los pequeños!
Por esto me juzgo ligado á él con ciertos vínculos espirituales que me redimen de aquella virginidad de prólogos en que hasta ahora he vivido. Ni los hice para los libros ajenos, ni los pedí para los míos.
Se puso éste en acecho; y un día en que los dos hermanos platicaban alegremente, Soledad de la parte de dentro del mostrador, Miguel de la parte de fuera, comiéndose una magra de jamón que la munificencia de aquélla le había suministrado, bien ajenos de que pudieran ser sorprendidos, pues Velázquez se había ido á Puerta de Tierra, presentóse éste de improviso.
18 Los hijos cogen la leña, y los padres encienden el fuego, y las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos, para provocarme a ira.
¡Cuán ajenos estaban sus convidadores de creer que habían de comer con él! El sin embargo, sabía desde la víspera que había de comer con ellos: los oyó convenir en la hora, y es hombre que come los más días de oídas, y algunos por haber oído.
El señor es joven y está un real mozo...; pero a cada puerco le llega su San Martín... Gracias. Perdone el señor. Vamos, señorito, he querido decir que se habrá usted estragao con tanto variar de guisaos, y estará usted reventao de andar a salto de mata, cazando en sotos ajenos, y tendrá gana de fincarse. No te entiendo.
Era movido por sentimientos del todo excepcionales que debían fincar en una regla de conducta determinada de antemano, y que había escogido por parecerle la más justa, así es que no estaba dispuesto a apreciar con satisfacción los sentimientos ajenos que venían a contrariar sus resoluciones virtuosas. La agitación bajo cuya inspiración habló de nuevo no estaba exenta de un asomo de cólera.
Tenía un coche sin caballos a la puerta. Díjeles que aquella era y que allí estaba ella y el coche y dueño para servirlas. Nombréme don Álvaro de Córdoba y entréme por la puerta delante de sus ojos. Y acuérdome que cuando salimos de la tienda llamé uno de los pajes, con gran autoridad con la mano. Dijo que no; y con tanto, acomodé los criados ajenos como buen caballero.
8 Haciéndome enojar por las obras de vuestras manos, ofreciendo sahumerios a dioses ajenos en la tierra de Egipto, adonde habéis entrado para morar, ¿para qué os acabéis, y seáis por maldición y por oprobio a todos los gentiles de la tierra?
Y es que, para los ajenos, creí siempre que me faltaba autoridad; y para los míos, que me faltaba aquella cualidad excelente que tendrían que poner de manifiesto por anticipado juício de la obra. Con el presente libro todo aquel propósito casi huraño ha venido á tierra, y ya he dicho la razón.
Palabra del Dia
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