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Actualizado: 11 de junio de 2025


Yo volveré mis ojos anublados por un dolor mayor que mi arrogancia, no á los cielos sin nubes y azulados donde un Dios me mostraron en la infancia; yo de mi alma llevaré el desvío viendo á los hombres de pesares llenos, y buscaré, para consuelo mio, remedio no á mi mal, á los ajenos.

15 Asimismo quitó los dioses ajenos, y el ídolo de la Casa del SE

Es incuestionable que el tipo inglés se presta mucho á la risa en sus excursiones de todo género; pero tambien es preciso reconocer que en esa filosofía altanera que le distingue aun en medio de los abismos alpinos, el Inglés no manifiesta, en el fondo, otra cosa que dos fuertes y bellos sentimientos: el de la personalidad, que se sobrepone á los usos ajenos, y el de la patria, que le hace tener la ilusion de que al andar por un valle de los Alpes se está paseando en su parque de Inglaterra ó su calle favorita.

6 ni oprimiereis al peregrino, al huérfano, y a la viuda, ni en este lugar derramareis la sangre inocente, ni anduviereis en pos de dioses ajenos para mal vuestro; 7 Os haré morar en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres para siempre. 8 He aquí, vosotros os confiáis en palabras de mentira, que no aprovechan.

29 y vendrán los caldeos que combaten esta ciudad, y encenderán esta ciudad a fuego, y la abrasarán, asimismo las casas sobre cuyas azoteas ofrecieron perfumes a Baal y derramaron libaciones a dioses ajenos, para provocarme a ira.

16 Y quitaron de entre los dioses ajenos, y sirvieron al SE

Era, no obstante, tan sigiloso y tan reservado que nadie, ni el mismo Padre Ambrosio, descubría los cambios que iban realizándose en el fondo de aquel alma, aunque el Padre Ambrosio visitaba a menudo a Fray Miguel y era perspicaz zahorí de los pensamientos ajenos.

No hablaban a solas como delante de los señores de clase; no eran prudentes, no eran comedidas, no rebuscaban las frases. Doña Anuncia decía palabras que la hubieran escandalizado en labios ajenos. La conversación tardó en volver al pecado de Ana, a la vergüenza de que les hablaba la carta de doña Camila.

Vamos, ten discreción... No digo yo tampoco que se le eche a la calle; pero en el Hospicio, bien recomendado, no lo pasaría mal. ¡En el Hospicio! exclamó Jacinta con la cara muy encendida , ¡para que me le manden a los entierros... y le den de comer aquellas bazofias...! ¿Pero qué crees? Eres una criatura. ¿De dónde sacas que así se toman niños ajenos? Chica, chica, estás en pleno romanticismo.

Es uno de ellos el de adivinar los pensamientos ajenos, y es otro el de sugestionar o infundir los pensamientos propios en las ajenas mentes sin valerme del auxilio de la palabra y del intermedio de los sentidos corporales. Os he escuchado y os he hablado por costumbre y rutina y para no faltar al uso corriente, pero sin hablar entiendo y me hago entender y así continuaremos nuestra conversación.

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