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Actualizado: 10 de junio de 2025


Después miró con inquietud a lo lejos, poniéndose una mano sobre los ojos. que tienes mejor vista, Isidrín: ¿no es aquel carro el del tío Polo?... que es; ya está ahí ese judío, ese camastrón, que no piensa mas que en apandarme el tesoro. Huye, Isidrín: que no nos pille aquí; que no huela el gato.

El odorífero cedro se ha apoderado por ahí de una cenefa de terreno que interrumpe el bosque, y el rosal cierra el paso en otras con sus tupidos y espinosos mimbres. Los troncos añosos sirven de terreno a diversas especies de musgos florecientes, y las lianas y moreras festonean, enredan y confunden todas estas diversas generaciones de plantas.

Nieves y Catana, mientras hablaba así don Alejandro, después de mirar lo que se descubría de frente y sin esfuerzo, querían salir al balcón para mirar hacia los lados. Poco a poco les dijo don Alejandro conteniéndolas ; no se permite mirar más que por derecho y desde ahí, ¿estamos?: lo otro ya se verá desde donde deba verse.

Y, en efecto, al poco rato se acercó al costado del vapor un bote, y dentro de él una joven que manejaba los remos con singular maestría. En Pasajes, el servicio de los esquifes que trasportan la gente de un punto a otro de la bahía está a cargo de mujeres. Buenas tardes, D. Isidoro y la compañía. Ahí te entrego ese señorito, Úrsula. Cuidado lo que haces con él. Úrsula sonrió sin escandalizarse.

Pero es por él, por él... para que no digan por ahí que me visto de tarasca».

Ahí están las santas de los altares: pues, bien, ¿se incomodan o ruborizan porque los hombres, de rodillas, las prestan el homenaje de su adoración?

Ved, ved ahí por qué digo yo que hace un siglo estoy teniendo paciencia; en vano me esfuerzo porque haya paz entre los míos; yo bien que vos y vuestro hijo y todos los que me rodean, me quieren, son leales, capaces de perder por la vida; pero todos reñís, todos os mordéis, todos procuráis parecer los más leales, á costa de los otros; y esto es un zumbar eterno que ya me atolondra, que me cansa, que me hace infeliz.

A ver, chico, saca un bombé nuevo; ¡ahí en el bolsillo de mi chaqueta debo tener uno!

Me paece a , tío Leandro dijo el imprudente Felipe , que nuestro amo no se va de buena gana, porque aquí bien se regala... Pero como la señora es tan amiga del lujo... ¿Qué dices? exclamó Reynoso levantando vivamente la cabeza y encarándose con el zagalón. Este se puso pálido y balbució miserablemente: Es lo que tengo oído por ahí...

De ahí que esos tejedores dispersos emigrados de la ciudad al campo , eran considerados durante toda su vida como extranjeros por sus vecinos campesinos, y contraían generalmente los hábitos excéntricos, inherentes a una existencia solitaria.

Palabra del Dia

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