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Además, andan por ahí esas monjas extranjeras, de gran papalina, que son linces para esta clase de trabajo. Me aterra el pensar que caigan sobre mi hija. Yo soy del catolicismo a la antigua, de aquella religiosidad española neta: un catolicismo castellano, como quien dice de panllevar, limpio de extranjerías modernas.

La espantosa escena descrita había impresionado desagradablemente a la joven, que sintió profunda compasión de su amiga. Si las monjas se lo hubieran permitido, quizás ella habría aplacado a la bestia. «Toma tu ropa, tus botas le dijo en voz baja y en tono apacible . Pero, hija, ¡cómo te has puesto!... ¿No conoces ya que has estado trastornada?». Quítate de ahí, pendoncillo... quítate o te...

Sus médicos son como los adivinos, pues estando alguno enfermo, sea del mal que fuese, llaman á la médica, y puesta al pié del enfermo, y todos los amigos y parientes en rueda, toma la dicha médica unos cascabeles en la mano y comienza á sonarlos, cantando al mismo tiempo, á lo que todos responden: y de ahí á poco rato comienza á quejarse y torcerse toda con muchos visajes, y comenzando á chupar la parte que al enfermo le duele; está así mucho rato, prosiguiendo los demas cantando.

Y crecieron mis ganas y se hicieron irresistibles cuando vi, primero en la iglesia y después en la feria, a la recatada y joven viuda, con quien quise timarme, como decimos por ahí; pero, por lo pronto fue en balde mi conato, porque sin duda, no lo consentían la modestia y la honestidad de la dama. ¿Qué no logran, sin embargo, la terquedad y la audacia de un mozo como yo, curtido en toda clase de aventuras y acostumbrado a los más peligrosos lances de amor y fortuna?

Estaba en París el 14 de julio y presencié la fiesta nacional. La revista militar en Longchamps fue pequeña: 15.000 hombres a lo sumo. He ahí los altos dignatarios del Estado.

Perdióse también la Capitana del Papa con su General, el señor Flaminio Ursino, el cual fué vendido por 150 cupros, que son tres escudos, estando herido. Murió de ahí á cuarenta días. Se perdieron asimismo la Capitana de Terranova y la Capitana de Monacho, todas, como Dios sabe, ruinmente, con gran número de Capitanes y de soldados y gentiles-hombres particulares.

No la leeré replicó Jacques rechazando la mano de Calvat que le tendía la carta . ¡Sal de aquí al instante, y te prohibo que vuelvas jamás a poner los pies en mi casa! Ya me volverás a llamar, y como no soy rencoroso, volveré a tu primera palabra. Esa carta es de Pierrepont dirigida a tu mujer. Ahí te la dejo. La arrojó sobre la mesa y salió del taller.

Los musulmanes la convirtieron en castillo ciñendo sus riberas con altos muros y torreones, y cerrando su única salida á la campiña con el fuerte de la Cava, llamado despues de Julia, del que es reliquia ese grueso baluarte que ahí ves.

Desta gloria y desta quietud me vino a quitar una señora que, a mi parecer, llaman por ahí razón de estado, que cuando con ella se cumple se ha de descumplir con otras razones muchas.

Mario se sintió molestado por estas palabras y replicó con viveza: ¿Pero qué tiene que ver con esto el deber de conciencia de que usted hablaba? ¡Ahí verá usted! replicó el presbítero con la misma sonrisa de lástima. Y añadió después de una pausa que se prolongó hasta rayar en la insolencia: Los hombres a quienes la Providencia tiene reservados ciertos destinos, Sr. Costa, no se pertenecen.