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Actualizado: 19 de junio de 2025
Lucía miró al cielo, en que brillaban las estrellas, y sintió un frío agudo. Arrodillose en el vestíbulo, y apoyó la cara contra la puerta. En aquel momento se acordaba de una circunstancia pueril; la puerta estaba por dentro forrada de brocado rojo obscuro, de los tonos mates del cuero.
De vez en cuando sonaba perezosamente una campana en las torrecillas de ladrillo rojo, llamando á gentes invisibles: se entreabría un portón con agudo chirrido, dejando ver una cofia monjil, blanca y almidonada y un rincón de huerto frondoso.
Era Xuantipa, la mujer legítima del agudo, elocuente y fogoso zapatero. El nombre Xuantipa provenía, por contracción, de Xuana la Tipa, alias o apéndice adquirido por herencia paterna.
De repente, se adelgazaba, partiendo como un relámpago hacia las alturas, hasta convertirse en un alarido agudo, en un grito que serpenteaba, formando complicados arabescos de salvaje bizarría. Las vulgares coplas, oídas por Rafael tantas veces en sus juergas con las gitanas, parecían nuevas en los labios de María de la Luz.
Sonó una triple detonación y tres proyectiles se estrellaron contra mi improvisado escudo. La mesa cogió de lleno al grupo y hombres y mesa rodamos juntos escalera abajo, entre gritos y juramentos. Antonieta de Maubán lanzó un agudo chillido, al que yo, levantándome de un salto, contesté con una carcajada. De Gautet y Bersonín yacían en tierra como aturdidos.
Amaneció el 19, que fue para mí felicísimo, y no había aún amanecido, cuando yo estaba en el alcázar de popa con mi amo, que quiso presenciar la maniobra. Después del baldeo comenzó la operación de. Se izaron las grandes gavias, y el pesado molinete, girando con su agudo chirrido, arrancaba la poderosa áncora del fondo de la bahía.
En aquella botica concurrían: Venegas, espíritu fuerte, liberal de la nueva echada, republicano incipiente, muy enconado contra el malaventurado ensayo imperial; Jacinto Ocaña, monarquista hasta la médula de los huesos, que siempre que hablaba de Maximiliano, se descubría respetuosamente, y que a cada instante trababa disputas con Venegas, sacando a bailar la Saratoga y el Tratado Mac-Lane; el doctor don Crisanto Sarmiento, retrógrado por los cuatro costados, que vivía suspirando por el régimen colonial, que se hacía lenguas de Revillagigedo, que de buena gana viera restablecido en México el Santo Tribunal de la Fe, y que cuando alguno hablaba de la Independencia, decía, echándola de agudo: ¡La maldita «india pendencia» que nos tiene hechos una lástima!
Poco tiempo despues de Verulamio empezó á florecer CARTESIO, que es sin disputa el que traxo mayor mudanza que otro ninguno á las cosas de la Filosofía. Era Cartesio Soldado de profesion, su ingenio agudo, penetrante, la imaginacion fecundísima, el ánimo sumamente libre é inclinado á las cosas filosóficas.
¡Miguel! ¡Perro! ¡Vén si te atreves! gritaba Ruperto, avanzando un paso hacia el grupo de sus temblorosos enemigos. ¡Miguel! ¡bastardo! La respuesta se la dio el agudo grito de una mujer. ¡Muerto, Dios mío! ¡Ha muerto! ¡Muerto! vociferó Ruperto. ¡Ah, el golpe fue más certero de lo que yo creía! y lanzó una carcajada triunfante. ¡Abajo esas armas, vosotros! ¡Ahora soy vuestro amo! ¡Abajo, digo!
Continuó en diapasón agudo: Amados y respetables señores míos: No sé si les habré chocado, a causa de mi franqueza, o si les habré aburrido con tan larga plática. A fuer de riojano, hablo en plata; y como fraile, debo hablar en tono grave, a pesar de mi voz de tiple.
Palabra del Dia
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